26/12/08

STOP!






Porque esta ideita que es el termo cumple un año de vida, porque me trajo muchas satisfacciones haber compartido unos mates con ustedes, porque termina un año y para empezar otro con las pilas bien cargadas es necesario tomarse unos champuses para festejar y después unas merecidas vacaciones (aunque este no sea precisamente el caso), porque fue un año de grandes decisiones que trajeron cambios y experiencias nuevas, casi todas tan intensas como enriquecedoras, porque al final eso que dice mi mamá de que escribo bien no es mentira, porque salí preseleccionada en un concurso literario junto a otros doscientos de Latinoamérica y otras tierras, de entre 1800 que se presentaron, porque parece que al final voy a publicar algunas cositas en papel y ustedes van a tener que comprar ese libro, porque de algo hay que vivir y estafadores hay en todos lados, porque la vida es lo más hermoso que me pasó desde que estoy viva y porque se me antoja...


Gracias!! A los que una vez pasaron y se quedaron, a los que se dieron una vuelta y no volvieron, a los que vienen siempre y se bancan los mates espumantes pero también los lavados, dignos altibajos de una escritora neurótica entre otras cosas a causa del mate, a los del futuro, a los que alguna vez me leerán...


Feliz año che...







22/12/08

madre hay una sola y justo me tocó a mi






Mi madre es una señora que va al supermercado, hace una compra de sesenta pesos, participa de un sorteo por una compra gratis del mismo monto que gastó, dice el número diecisiete y gana. Al otro día vuelve con una calculadora y gasta ese mismo monto en botellas de champagne para las fiestas y el vino para las comidas diarias de su esposo.
Mi madre es una mujer que sabe el precio de casi todas las cosas, las fechas de todos los cumpleaños, casamientos y las edades de cada uno de sus sobrinos. Mi madre tiene la memoria de un elefante africano pero es argentina.
Mi madre es una señora que detesta las actividades culinarias y sale de un apuro con una ensalada de tomate y lechuga.
Mi madre no dudará en decirte lo que corresponde que hagas en una situación equis, cuándo y dónde. Si va de viaje organizará su agenda para que no se le olvide nada del itinerario. Llevará todo lo necesario y mucho más por ti y por todos los suyos. Llegará media hora antes de la salida del autobús y le dirá al chofer que baje la calefacción si está muy fuerte.
Mi madre llorará a mares cuando sus hijas estén angustiadas y cuando se suban cada vez al colectivo para alejarse de ella. Se preocupará cuando ve las noticias de incendios, robos y secuestros en los noticieros de Buenos Aires y les enviará un mensaje de texto para comunicarles si hay paro de subtes antes de que salgan a la calle.
Mi madre prenderá velas a San Expedito los días de sus exámenes y le pedirá a San Cayetano que consigan trabajo. Agradecerá por que toda su familia goce de buena salud en la misa y los incitará a que adopten su religión cada vez que se le presente la oportunidad.
Mi madre tiene dos pies tan incrustados en la tierra que te bajará de un soplo cuando te hayas elevado demasiado hacia arriba. Para ella las cosas son blancas o negras pero su color favorito es el verde.
Mi madre concibe el paradigma de la felicidad de una forma pragmática. Es sencillo, ella no puede dejar de ser feliz. Es tan libre como se le antojan sus alas.
La opción de que la vida sea un colchón de geranios siempre resplandecientes y frescos deja de ser utopía para simplemente ser. Tiene el don de convertir a este mundo en un lugar tolerable para mí. A través de su lente todos los dilemas tienen solución excepto la muerte. Mi madre le teme a la muerte más que a nada.
Mi madre te dirá lo que piensa sin ponerle una gota de edulcorante a su pensamiento. Se sentirá ofendida si la hieres y sino le tiendes un algodón cuando sangran sus heridas solo porque sencillamente ella lo haría por ti.
Mi madre es la que baila en todas las fiestas hasta que se prenden todas las lamparitas, la que come todos los postres y la que luego dirá que se siente mal por ello riéndose con toda la panza llena de michelines.
Mi madre es una persona que no podrá dejar de estudiar y de leer hasta el último día de su vida porque encuentra placer en ello.
Mi madre no permitirá que le discutas nada, ella siempre tendrá la razón. Se las ingeniará para que nunca falte de comer en su casa pero no gastará más de lo estrictamente necesario en objetos materiales. Llevará la documentación de toda la familia al día, aún cuando proteste por ello.
Mi madre no se cansará de invitar a mi padre al cine pero ante su negativa no dudará en ir sola. Luego le contará todo el argumento de la película como así también lo que conversó con la señora en la cola del banco, en la parada del colectivo, en la carnicería, en el ascensor con los vecinos y con sus plantas. Asumirá que es devota de las palabras y no te pedirá disculpas por ello. Eso la hace hermosa.
Mi madre comentará lo bello que le ha parecido el actor de la película que vio pero jamás creerá que ese o cualquier otro hombre podría estar a la altura de mi padre.
Mi madre es la mujer de un solo hombre desde hace treinta años y por él ha sido capaz de cambiar de tierra todas las veces que él se lo ha pedido.
Mi madre tiene amigos en los mil lugares que ha vivido y ha empezado de cero sin jamás mirar para atrás con amargura porque el pesimismo no es su aliado.
Mi madre recibe trescientos veinte mensajes de texto y cuarenta llamados telefónicos en el día de su cumpleaños (Sic).
Mi madre es una caja de Pandora, una mujer que ama su vida y la cuida como ninguna otra. Es la mujer más inmensa que conozco, la más valiente, la más auténtica, la más generosa y mientras lo digo me conmuevo. Es un gajito de mi pulmón izquierdo, por eso sin ella respirar sería tan trabajoso como insoportable.

17/12/08

Panic Attack



Que tal vez no haya más noches, ni más días…¿Y qué haremos entonces?, ¿Qué haremos sin los granos de café en las mañanas de julio, sin el canto de las chicharras, sin las alergias matutinas, sin la música de los violines, sin los idiomas?, ¿Qué haremos sin la prolijidad de las hormigas, sin el pesimismo de los periódicos, sin la vorágine de las ciudades?, ¿Qué haremos sin el letargo de las siestas de verano, sin los conventillos, sin la ternura del aire de las mariposas, sin la ornamentación de las enredaderas?, ¿Qué haremos sin el sabor del vino, sin su ceremonia, sin la religiosidad del beso, sin la fastuosidad del arte, sin la tentación del tabaco?, ¿Qué haremos sin las mutaciones del cielo, sin sus garabatos, sin el brillo de los diamantes, sin la artificiosidad de las predicciones?, ¿Qué haremos sin el derrame de los mares, sin la profundidad de los llantos, sin las funerarias, sin los entierros?, ¿Qué haremos sin los payasos, sin los finales felices de los cuentos, sin los avisos del destino, sin el costumbrismo de la cotidianeidad, sin la amargura de los domingos?, ¿Qué haremos sin la brisa, sin las jaquecas, sin el insomnio de la vejez, sin la vejez?¿Qué haremos sin la efectividad de los ansiolíticos, sin el hipo, sin las migrañas, sin la transparencia de los océanos?, ¿Qué haremos sin los calendarios, sin los mapas, sin la física cuántica, sin el Teorema de Pitágoras, sin la fórmula del potasio?, ¿Qué haremos sin los invernaderos, sin las ganas de matar, sin los nervios, sin las puntas de las espadas, sin la belleza de las telas?, ¿Qué haremos sin la memoria de los museos, sin la inteligencia de los ordenadores, sin el lujo de los espejos, sin la crueldad de los zoológicos, sin los placebos?, ¿Qué haremos sin las tizas, sin las mesas ratonas, sin las manifestaciones de la ignorancia?, ¿Qué haremos sin la llanura de las pampas, sin las dobles lecturas ni los dobles sentidos, ni las dobles jugadas?, ¿Qué haremos sin los pilotos y los viajeros, sin los especuladores, sin los electrocardiogramas y sin los cangrejos?, ¿Qué haremos sin la tibieza de la tierra, sin la violencia de los pobres, sin los pulmones, sin las hamacas, sin los anhelos?. Y tal vez ese instante llegue, se extinga el mundo y no tengamos más nada de todo eso.

10/12/08

Música: Una bomba siempre a punto de estallar





Apenas llegué a Buenos Aires, me cruzaba con personas que me iban dictando los sitios a los que tenÍa que visitar y los paseos que obligadamente debía hacer en la gran ciudad, una especie de itinerario turístico que iba de lunes a domingo.-Los lunes, me habían dicho, tenés que ir al Konex a ver La Bomba de Tiempo. Son unos tipos que hacen percusión.
Pongo en práctica la costumbre de investigar al objeto antes de abordarlo, ¿actitud cuasi periodística-antropológica?. Hacer previamente un estudio del objeto que permita acceder al campo con algún tipo de noción o idea predeterminada solo para después darte cuenta que el “estar ahí” lleva a que la teoría adquiera una carácter harto diferente reformulándolo todo.
Leí que La Bomba de Tiempo empezó con esta propuesta de percusión a través de ensayos todos los lunes y luego se abrió al público a medida que el boca a boca empezó a llenar “la cancha” (como le dicen ellos) de gente y de a poco esas creaciones se fueron transformando en shows.
Santiago Vázquez, el director del espectáculo, lo explica así: “Yo, como público estaba deseando poder ir a bailar con música de percusión, como sucede en otros países…Pero generamos, además un espacio de encuentro social. Así como improvisamos escuchándonos a nosotros como músicos, también lo hacemos con el público. No solo con los oídos, también con el corazón y el cuerpo. Y con los ojos, ya que ver lo que le pasa a la gente en una situación y en otra es parte del juego. Hay muchos grupos interesantes de percusión, y muy buenos, pero la mayoría de ellos hacen recreaciones de cosas que pasan en otros lugares. Faltaba un grupo de percusión que genere algo nuevo, bueno o malo pero diferente. El lenguaje de La Bomba está definido. Aunque sea improvisación, no tocamos cualquier cosa. Es necesario que quienes integran el equipo tengan una formación conceptual, que puedan tocar un tambor pero también pensar racionalmente la música, analizarla, desglosarla, darla vuelta y aun así estar gozando y bailando, algo bastante exigente”. (Pag 16. Experiencia Konex, 04. Sep-Oct-Nov ‘08).
Leí también que la idea de trabajar con grupos de improvisación dirigidos por señas provino de Lawrence “Butch” Morris, un director estadounidense que propugna un estilo similar al Free Jazz que no es música de percusión ni bailable.

Leí que La Bomba de Tiempo usa un sistema de aproximadamente 70 señas realizadas con varias partes del cuerpo, con las que el director coordina toda su improvisación indicandole a los músicos los cambios de compás o subdivisión, figuras musicales, dinámicas, ideas de forma, repeticiones, modulaciones rítmicas, etc. Lo que intenta el director es darle los puntos de partida para que ellos mismos hagan nuevos aportes. Cada pieza es como una comida donde cada uno agrega los ingredientes que más le apetecen. Un menú que nunca saldrá de igual forma.

Estoy próxima a degustar el menú, rodeada de hombres y mujeres de todos los colores y nacionalidades, la mayoría de un promedio de menos de treinta y cinco. Hay una cola de una cuadra para entrar. Corren las cervezas, abundan las rastas y los volanteros de fiestas regaee. El sol quema todo lo que perdura sobre la tierra. Me siento en el piso para presenciar el ensayo. Son dieciséis, cada uno con un instrumento distinto. Se van rotando para dirigir. Algunos se mueven histriónicamente, otros apenas esbozan dibujos sutiles con los brazos y las manos. Se divierten, yo también. Podrían pasar treinta y cinco horas y yo seguiría ahí, tratando de entender algo que no tiene lógica, que es puro impulso y ritmo. El ritmo, esa cosa natural a la que no le damos trascendencia pero que nos acompaña desde que nacemos con las primeras notas graves que oímos dentro del vientre de la madre. El ritmo es la base de cualquier experiencia musical y como la música, está presente en todas las acciones que hacemos. Solo tenemos que estar atentos para oírlo. El ritmo de tu heladera, tus pasos cuando caminas, el paraguas cuando lo abrís, los dedos sobre el teclado de tu computadora, tu respiración.

Se monta el dispositivo

Son las ocho, el ensayo terminó. Las descomunales y naranjas escalinatas de la Ciudad Cultural Konex se preparan para recibirlos a ellos, que entrarán vestidos con remeras rojas. Un gran número de equipos va a hacer estallar un predio donde a esta altura, una aguja de tejer estorbaría. Hace demasiado calor. Pero hay mucha cerveza. Las tres francesas que están a mi lado están felices de estar en Buenos Aires, dicen que se van en un mes y es la tercera vez que vienen a ver La Bomba. Es muy bueno, acotan con un vaso de esa bebida espirituosa en la mano.
Abundan los alemanes, yanquis, mexicanos y españoles. Me dan ganas de preguntarles si esto es mejor que una fiesta europea. Me quedo con la certeza de saber que es mejor que la mejor fiesta rave de Buenos Aires.
Adelante, los osados saltan y agitan los esqueletos caprichosamente. Predominio de emociones. Es la conocida reacción del organismo que se convierte en un bombeador de adrenalina. El ritmo cardíaco se acelera, la visión se agudiza y se desvía sangre a los músculos.
En términos psicológicos se explicaría como un exceso de líbido que se manifiesta a través del ello.
Los más tímidos se quedan atrás. No hay uno que se quede quieto. ¿Qué clase de ser humano puede mostrarse indiferente al compás de los tambores. El movimiento es un viento arrebatado que arrastra a su antojo a una marea humana de corazones y cuerpos, transportándolos por infinitos estados. La relajación y la tensión se suceden impasiblemente como mecanismos que provienen de un mismo motor. De pronto un teclado hace chirriar los dientes. Hay un aplauso. El director dice algo que no importa que es. Los tambores explotan. Y entonces el resurgir de un impulso vuelve a llevar al cuerpo al extasis. Transportaciones. Milagros que solo la música tiene el don de generar. Si esto no es fluir, entonces ¿qué es?. ¿Hay una forma singular de expresar el cuerpo cuando es invitado a tomar vida al ritmo de los tambores?. Si la hay. Todos los lunes en el Konex un montón de personas te lo van a confirmar.

2/12/08

ERRE





Acabas de decírmelo y ya rebozo de alegría. Cuento con mis dedos pequeños los pocos días que le quedan a mi tiempo sin vos. Inmensa Erre. Erre de regocijo. Erre de risa. Erre de rama que me sostiene mientras me lanzo a nuevas aventuras. Erre a la que dedico el impulso de arrebatar el teléfono de un solo salto cada vez que me quiebro. Erre que un día también tuvo que irse para crecer. Erre que también se golpea y flaquea. Erre que goza gozosa. Erre que se ilusiona y llora. Erre que casi nunca llora. Erre que me rescata del inconsciente. Vaya si existe para Erre el inconsciente. Erre que se sorprende de mi naturaleza y me dice: -Siempre le encontrás la parte poética y divertida a a tragedia cotidiana... es envidiable. Erre, mi preciosa Erre. Un castillo. Una chispa. Una cascada de vértigo. El sombrero de un mago. Las mil historias de un libro de cuentos. Erre, escandalosa Erre. Mi casa y yo aguardamos tus pasos. Despreocupadas, remotas de dolores andamos desde que anunciaste tu visita. Desquiciadas, anchas se esparcen nuestras lindes que codician tu presencia. Mi casa y yo. No somos mas que la determinación del tic tac de mi reloj. Erre, un destello caprichoso de mi dicha. Los paseos que descojonaran nuestros pies, deseosos de andar andariegos correteando juntos, de lado a lado, de mi lado y de tu lado, abarcando todos los deseos. Mi ciudad. La que te quiero regalar. Los colores que nos esperan para pintarnos de gritos furiosos. El abrazo irreprimido que palpita la espera. Todo lo que de mi aguarda por vos. Erre, no puedo contener la adrenalina que drena por dentro de mi estomago, revoltosa, impaciente. Una sola frase y mira como estoy. Te atreves a darme tremenda noticia para dejarme el corazón hecho un pajarito enjaulado. Y ya no puedo hacer más que saltar inquieta por los techos adivinando las formas de las nubes del cielo que te traerá. Igual que lo hacia Bautista. Las piernas colgando sobre la vereda. Erre, impredecible, inabarcable Erre. La caja que custodia todos mis secretos. Erre, que lo conoce todo de mí y no me juzga. Erre, la viñeta de comic en la que las vocales se salen de los globitos desconociendo los marcos. Erre. Una espuma de verano te trae. Estas viniendo, te oigo, te siento, te huelo con la garúa de esta mañana, vienes viniendo. Vole por pedido de un cuerpo que me dolia, en busca del anhelo de vos y ahora mis alas te traen hacia mi en un vuelo, vienes y te espero de cuclillas. Preparo todos los sonidos que te voy a regalar, los enumero y los envuelvo, todos ellos y yo te esperamos para estallar de sonoridad…

26/11/08

Crónica de una dicha anunciada







Son las ocho, de más está decirlo pero igual lo digo: Anoche no dormí. Hace un tiempo considerable que no me subo a las tablas. Extraño esa sensación a la vez que la abomino. Tengo miedo. Y sé que tengo miedo porque esto es lo más serio que hice en toda mi existencia. Y quiero hacerlo bien. Gracias al teatro conozco que los estados de placer pueden ser tan coléricos hasta llegar a incendiarlo a uno de pies a cabeza. Lo sé porque he pasado más de una vez por ellos. Yo no sé si lo hago bien o lo hago mal. Sé que nací para hacer esto. Que todavía algunas veces me niego a aceptarlo tanto como a mi propia naturaleza, que otras todavía me peleo con esa especie de vocación, que casi nunca tengo ganas de ceder ante los esfuerzos que poner todo mi tiempo a su servicio, arrodillarme de puntillas ante sus exigencias; pero también tengo para mí que la adrenalina que siento diez minutos antes de actuar no la cambio ni por todo el chocolate del mundo (quienes me conocen entienden la dimensión de la frase que acabo de enunciar). Aunque esa performance implique emitir dos vocablos, aunque consista en levantar la mejilla izquierda solamente, aunque mi tarea sea solo llenar un vaso con agua y mirar a otro actor con actitud de desidia. Por esos tres minutos, estoy en condiciones de decir que la vida vale la pena. En ese “estar en estado” (una noción de la jerga teatral), hace que seas capaz de hacer cualquier cosa que te pidan, incluso bajarte la bombacha (confieso que no lo hice). Es igual a estar enamorado. La cantidad de personas que conformen el público en esos exactos tres minutos, es insignificante. Uno va a actuar con la misma intensidad tanto frente a cuatro personas como frente al rey de España. Y aclaro: no es un lugar común.
El Oeste por dentro es un caos. Somos más de treinta actores, cada uno con sus nervios, sus cábalas, su protocolo, su vestuario, su utilería y sus textos. Miro por la rendija hacia fuera. Hay demasiada gente. Más de la que esperábamos. Mucha más. Hay público haciendo el recorrido por el mercado, avanzando según las indicaciones de guías que escupen delirios pero con la misma compostura de los grandes conocedores de la historia. Hay actores improvisando por los recovecos de los mercados, entre la carne y las verduras. Hay personas haciendo cola para subir a las salas. Hay buena vibra, no hay stress, hay pura alegría. Porque el teatro es un antídoto contra todos los achaques, un bálsamo inventado para paliar los momentos grises.

Salió como tenía que salir. Actuamos hasta más no poder y nos incendiamos enteros. Ojalá que la gente haya encontrado lo que haya ido a buscar, y sino fue a buscar nada, que haya encontrado igual. Acaso de eso se trate tanto el teatro como la vida.



PD: la luz era muy tenue y fue difícil sacar fotos por el tipo de propuesta desestructurada que planteamos, pero igual prometo un par de fotos a la brevedad.

17/11/08

cuchillito que no corta




Voy a hacer que no me importe que te hayas negado a cenar conmigo. Me pongo todo mi arsenal de música para momentos de desdicha en los oídos mientras corto una cebolla ahuyento de la conciencia los recuerdos de tortillas dichosas.

Tengo toda la casa invadida por frutas de todos los colores. Hace semanas que me la paso cortándolas y gritando textos violentos de fetos y semen, poniéndome en la piel de una madre perversa, tratando de que no sea mi dedo el que termine rebanado en una de esas performances.

Voy a llorar todo lo que sea necesario y no necesito una cebolla para eso. Voy a dedicarte cada una de mis inseguridades y vos ni lo vas a notar. No sé querer de otra manera que no sea ésta. Interpretándote como se me de la gana. Idealizando tus palabras. Poniéndome a disposición de tus agraciadas abstracciones.


Entonces, como todavía no sabés que es lo que puede desintegrarme hasta convertirme en el jugo de una naranja, golpeás a mi puerta y me preguntás si podes venir a ver televisión conmigo, como si nada hubiera pasado, cuando en realidad nada ha pasado.


Si tuviera que enamorarme de vos, lo haría solo por la inocencia con que tu risa se manifiesta, despojada de todos los clishés, lejos de la de todos los que se armaron una que los signifique a sí mismos, lo haría por la paz que transita por cada una de tus arterias, por tus ojos celestes casi transparentes guardándolo todo, por la exigua probabilidad con que tu gracia intenta caerme graciosa, por el escaso ímpetu que te motiva, por la certeza de tus impulsos, por la manera de tus manos, por la velocidad con que tus actos más impunes arremeten contra los sacudones de mi cuerpo llevando al sexo a que sea todo lo que lo distingue del sexo.


Si tuviera que enamorarme de vos, lo haría por la liviandad que adquiere el tiempo cuando estamos juntos, por la alegría que te genera vivenciar adentro tuyo el milagro de la música, por la ausencia de juicios en cada una de tus determinaciones, por la simpleza de tus gestos, por las pausas que abundan en tu habla, por tu pelo desprolijo, por la ternura lejana de tu voz pidiendole al cielo que no le robe las ideas a tu madre.


Pero right now no me importa pensar por qué lo haría si lo haría, porque de todas maneras no irías a saberlo. Tengo un doctorado en Harvard perfeccionado acerca de cómo disimular estados emocionales. Es tan remoto que te enteres como que a mi me llame John Casavettes para protagonizar su próxima película. Que aunque hayas dicho que tiene el nombre de un mafioso, yo sigo creyendo que es un director de cine de la hostia.


Cada vez que tengo que marcar las teclitas de los números 3 y 6, el teléfono se empaca amenazando con crispar mis nervios. Está sucio por dentro. Cuando finalmente la tecla emite pip, hace contacto por triplicado como los formularios de la Afip. Pero no me interesa en lo más mínimo. Tengo todo el día para comunicarme con la remisería y pedir un auto, si es el fantástico mejor y si me puede dejar a la entrada del planeta júpiter, de maravillas.


Estoy sudando como si estuviera metida adentro de un sauna, tengo la cara más brillante que un parqué recién plastificado pero no me importa. Voy a pasarme dentro de este cubículo todas las vueltas del reloj que sean necesarias, hasta que llames a mi puerta. Fumarme los veinte cigarrillos que completan la cajita de cartón, aunque después tenga que morirme de un ataque de tos.

Porque si tuviera que enamorarme de vos, lo haría por el aceleramiento que se produce en el tráfico de esa sustancia viscosa y roja que alguien se empecinó en llamar sangre por dentro de todos los cañitos que comprenden mi anatomía, desde el más estrecho hasta al más vasto, cuando tu boca me nombra.


Acaso ya sepas (todo) y mientras esta gota de agua que se dirigió a mi labio superior te encuentres planificando una estrategia infalible para huir de lejos de esa posibilidad. O en cambio estés diagramando el plan garantizado para no irte más de mi cama. Acaso en el misterio que te define estén todas las respuestas. Acaso no las haya. Acaso yo ya la sepa y por eso esté aplicando todo lo que aprendí en Harvard y no me importe que me duela pensarlo.

10/11/08

En otras palabras



El Sábado 15 de noviembre en el NO marco de "La noche de los museos" y a modo de asalto tomaremos el Mercado del Progreso (que SI forma parte del circuito museístico) para hacer nuestras pequeñas intervenciones teatrales. Nos podrán encontrar en cualquier rincón del lugar...

Para facilitarles la búsqueda estaremos partiendo con comandos de expedición a partir de las 20 hs cada media hora...Verán las señas que marquen el punto de partida....


Los esperamos ....

Los oestes


4/11/08

You're invited

Para los que no saben. Además de hacerme la escritora, también tengo la costumbre de hacerme la actriz. La ocasión será el sabado 15/11 con motivo de la 5º edición de La noche de los Museos. Varios espacios culturales permanecerán abiertos desde las siete de la tarde hasta las dos de la madrugada gratuitamente al publico. El Mercado del Progreso está invitado a participar del evento y como consecuencia todos los espacios que funcionan arriba, entre ellos Oeste Estudio Teatral. Para lucirnos como corresponde, vamos a regalarles una muestrita de la obra "Cachetazo de campo", del maestro Federico León, dirigidos por Graciela Camino.
La cita es en Del barco Centenera 143 - 1º piso (esq. Rosario), a la altura de Rivadavia 5430 / Estación Primera Junta de la línea A. Caballito. A partir de las 21 hs.

CARPE DIEM

Dos mujeres vestidas con colores claros me llevan a hacer un recorrido por las instalaciones del lugar. El personal porta en el rostro una carta de presentación que podría definirse como una harta exageración de la sonrisa. Las tonalidades del verde que exhibe la decoración aluden con obviedad a la vida sana y naturista. Una mujer me explica cuáles son las normas del lugar. Aclaro: nunca había venido a un spa y probablemente nunca lo hubiera hecho sino hubiera sido por un obsequio de la empresa que con el mismo decoro hace unas horas se deshizo de mis servicios laborales. En la recepción me piden que complete una planilla al tiempo que me invitan a beber un jugo de frutas. Luego me ponen en las manos una canasta con algunos objetos: una bata blanca, un toallón, una manzana y un agua Ser. Hay varios carteles por las instalaciones que recomiendan hidratarse todo lo posible y hay containers de agua por doquier. El baño se asemeja al paisaje de Coroico. Los espejos redondos, algodones, peines y champúes abundan. Allí me muestran el que a partir de ahora será mi locker para dejar mis pertenencias. Cuando salgo del baño en traje de baño, un hombre de piel oscura se abalanza sobre mi con una bata blanca afirmando: -Es aconsejable que circules con la bata puesta por los espacios comunes como si yo, que no tengo complejos ni pudores al momento de exhibir las imperfecciones de mi cuerpo, estuviera obrando en pos de algún mal terrible para la humanidad o algo así dejándolas al descubierto y a la vista de todos. De fondo se oye una musiquita con brisitas, hojitas y agüita que cae por alguna casacada. Lo primero fue el sauna. No es aconsejable más de cinco minutos, me había insinuado una de las mujeres. Sin embargo no fueron tolerables más que tres. Medio pie adentro de esa cámara que poco tendría que envidiarle a la de gas, hizo que sudara como si hubiera estado corriendo por nueve horas seguidas agarrada al paragolpe de un autobus. No he venido aquí para sufrir me digo y me salgo a tomar un trago de aire. Hay un hombre (que está más cerca de ser un mono si es por el exceso de bello que tiene) que está sentado en una reposera leyendo el diario Perfil. ¿Qué tan desconectado se puede estar leyendo las noticias?, me pregunto. Me sumerjo en una piscina con chorros que al golpear distintas partes de mi cuerpo, producen un efecto de masaje amable. Hay una pareja cerca mío y otra mujer que conversan. Podrían estar diciendo las más insólitas blasfemias acerca de mi persona, pero yo ya no estoy acá sino lejos de lo que significa transportar un cuerpo como si fuera una bolsa de calabacines. Mis manos y mis piernas se elevan hacia arriba por la fuerza de gravedad. Cierro los ojos y no me importa nada. Que me hayan despedido del trabajo violentamente alegando que no tiene que ver con mi “performance", que este país que está aferrado del miembro sexual de un monstruo como EEUU vaya a hundirse junto con él, que él no vaya a ser el hombre de mi vida o que no tenga ni una mínima idea de lo que le aguarda a mi vida mañana, ni el jueves ni el próximo año. Pasan horas sin que un solo pensamiento me arrebate ese estado de paz interior similar al que sobreviene sucede con la meditación. El agua es mi elemento y yo siempre lo supe. Que en otra vida sería un axolote, puedo confirmarlo en mi piel. Si sigo adentro de esta cosa por más de un cuarto de hora tendré escamas y deberán sacarme por la fuerza con el peso de un hipopótamo. ¿Y que más da?. Miro un reloj gigante que cuelga de una pared, ya pasó demasiado tiempo. Tengo que retornar a algún estado de la conciencia, me digo. ¿Se habrán olvidado de mi?, ¿Dónde quedaba la sala de relax?, ¿Tengo que secarme después de salir de esta maquinaria de aguas movedizas o volverme a enjuagar?.Camino por los pasillos con la bata puesta. Entro a una sala oscura donde hay colchonetas en el piso y grandes simuladores del relax están torrando a más no poder. Me acuesto y me tapo. Hay un hombre jugando con el celular. Para algunos no es tan sencillo volver a ser un hombre primitivo, pienso. Luego de unos minutos una chica entra y me llama por mi nombre. Me dirigen a una salita donde hay una camilla. Una mujer con manos de porcelana me pone cremas frías sobre la cara y me masajea con las yemas de los dedos más suaves que jamás haya percibido en mi existencia. El arte de los masajes corporales tiene que ver con el traspaso de energía. No solo tenemos que disfrutar el recibir sino también la acción de darle a otro un masaje. Todo lo que somos en ese momento lo depositamos en el otro usando como transmisor a las manos. Me convierto en un tallo que descansa sobre la planicie de algo que es una cama pero que tranquilamente podría ser un almohadón de vegetación sobre la llanura del Amazonas. Investigo en silencio los límites de la tensión en mi cuerpo, me paro sobre ellos y los deshago. Me desligo de una cultura que me pliega a la contractura constantemente y vuelvo a mi vida intrauterina. Una de las partes que más solemos tener contraídas la mayor parte de las horas lúcidas son los órganos sexuales, los puños, el abdomen, la mandíbula y con ella toda la cavidad de la boca. La chica me pone cremas y me saca paños húmedos de la cara una y otra vez. No me importa lo que sea que tenga mi rostro encima, no uele mal y me da placer. Cuando todo termina, ella me llama por mi nombre, y yo regreso de mi ensueño. Me dicen que faltan cinco minutos para la merienda, ¿no quiere volver a la sala de relax?. De más está decir, la merienda energizante no tiene una caloría de más. Yogurt, queso blanco, tostadas y jugo de naranja. Todo eso que te convierte en una servilleta de papel traslucido y liviano haciendo siluetas en el aire, pero que no le regala ni una sola caricia a tu estómago. En el comedor, mujeres de más de cuarenta parecen haber encontrado eso que tanto anhelaban leyendo la revista Health.
Mi misión ahí adentro ha terminado. Afuera la vida se diferencia abismalmente a este micromundo.

27/10/08

Yo vivo en una ciudad donde la gente se va a la oficina sin un minuto de más







Esta ciudad es la ciudad donde todo siempre está a punto de explotar pero nunca explota.


Esta ciudad es el camino obligado a la delincuencia en cada uno de los hombres débiles en los que la paciencia sucumbe al fin.


Esta ciudad es un rubio de rulos largos con el torso desnudo escapado de un lejano Woodstock cantando una melodía de los Beatles en Parque Rivadavia.


Esta ciudad es los bares más oscuros con sus baños más limpios de abundante papel higiénico.


Esta ciudad es los parques donde el verde es una fachada a través de la cual se sigue degustando el cemento.


Esta ciudad es sus casillas de libros usados, sus ferias de objetos, zapatos, ropa y carteras de la abuela avasallando las veredas.


Esta ciudad es sus vendedores ambulantes traficando piratería como pan caliente en los subtes, adelantando argumentos de películas como si.


Esta ciudad es el agobio de la gente leyendo de pie, encorvada, sobre los hombros de otra gente, sobre sus faldas, leyendo always.


Esta ciudad es la egoísta circulación de luz y el olor estupefacto que el aire adquiere en los trenes, los cigarrillos encendiéndose impacientes a dos centímetros del vagón, las caras esquivándose en los andenes.


Esta ciudad es Constitución, una platea de ojos al borde de la escalera, el terreno donde próximamente la lucha será cuerpo a cuerpo.


Esta ciudad es la gente pateando chicos y los chicos durmiendo pateados alrededor de los restos de pan.



Esta ciudad es la violencia de sus medios de transporte materializada en los gestos desgarrados de sus peatones.


Esta ciudad es no mirarse nunca a los ojos, huir hacia otros fragmentos del espacio, pero no a los ojos, no vaya a ser cosa que...


Esta ciudad es la cuna del cine, el despilfarro de literatura, los pensamientos modernos, los hombres con bigotes, los discursos contradictorios, las drogras psicodélicas, los prendedores, los franceses, europeos, irlandeses y yanquis diciendo que agradable es Buenos Aires.


Esta ciudad es la perfección de la música electrónica incendiando todos mis sentidos, la cerveza artesanal más sabrosa en los cafés irlandeses de San Telmo.


Esta ciudad es el botánico y sus muchos gatos.


Esta ciudad es la trascendente explicación de mis actos y sus razones, la necesidad absurda de la nicotina después de las seis, mi diafragma soberbio desparramándose en mi hamaca paraguaya.


Esta ciudad es el Abasto con las mañanas de sol de Luca y sus tomates podridos convertidos en hamburguesas.


Esta ciudad es la esquina del Polaco Goyeneche frente a la estación Yrigoyen, es Barracas, es su gris.


Esta ciudad es un tobogán por donde se lanzan despistadas mis ideas, y hoy una dificultad para encontrarse.

Esta ciudad son los mil teatros de mi barrio, la paceña que vende verduras a la vuelta de mi casa, mis vecinos ocupas gritando delirios.


Esta ciudad es las arboledas de Caballito, el olor a madera vieja de la estación del subte A, las frutas más refulgentes en los puestos del Mercado del Progreso, las lamparitas de la sala del Oeste.


Esta ciudad es la humillación hilvanada en una canción de Devendra Banhart, los besos abultando las sábanas, un futuro que atamos a las patas de la cama con la premura suficiente para que no se escape durante un sueño nocturno.


Esta ciudad es un desquicio, en cada una de sus figuraciones, en cada una de mis tribuaciones, es también y más que siempre, un espejo y una trampa.

19/10/08

Oda a la negrura




Justo cuando el axolote empezaba a fluir en el agua con la certeza con que una ola se entrega a su innegable destino el mar, un parpadeo que ciertamente pueden ser cuatro vocablos, te deposita en la nada y un halo de frío se te mete entre los pechos y no encontrás otra manera que poner esa cara de garganta apretada para que todos se enteren de que la vida te acaba de dar un vuelco, otro vuelco. Y ahora, al tiempo que lo tipeas y lo describís, todavía no sos capaz de comprender que del todo a la nada medie esa distancia angostita, siquiera perceptible, acaso diminuta como un dedal y que uno pueda tomar la idea de este despojo esforzándose para crecer para arriba contra la determinación de un cielo que te aplasta el aura con la fuerza de un volcán. Y no, no crees ser lo medianamente fuerte para tolerar los sacudones de un mundo no apto para vulnerables, sin desarmarte en fetas. Pero arrojarte a la locura no se te pianta. Tampoco detenerte en el gesto de la tristeza eterna. Es tiempo de que lo aceptes: el mundo es un lugar muy cruel, ya le lo he dicho. Estar vivo probablemente signifique más bien y muchos más domingos esta imagen de tus ojos arrojándose al llanto, estas ganas de querer volar lejos y cristalizarse por qué no en la composición eterea de esa lágrima cuadrada abarcando tu pómulo, tomar la contextura de esta palabra y de repente no albergar ni una sola sensación, decir pido gancho, rogarle al destino una tregua, dormirte para despertar teniendo diez años y estar jugando a la casita como lo hacen tus vecinos niños en tu mismo patio, cachetear abruptamente a la tristeza como si estuvieras tratando con un pedazo de carne, no ser ni por casualidad este pedazo de plastilina que se estruja con los manoseos de los poderosos mortales, que la desesperación sirva a los fines de un arnés, sosteniéndote en el aire para encaminarte por toda la extensión del cielo y que el mundo, por una jodida vez, contra toda lógica, contra toda experiencia y contra toda la historia, se ponga a batallar del lado de los que sufren como vos porque encuentran que esa es la más simple manera de rebelarse contra la malicia de la desesperanza.

15/10/08

CE BE A






Un desayuno me espera en Cofico. Un abrazo sincero. El mate, las palabras mezcladas. Los bostezos. Que se me hace tarde. Que ya es tarde. Que el sol espera. Que es hora de deshacer las cuerdas que me atan a mis objetos.Las callecitas de Córdoba tienen ese no sé que. No hay Arenales pero si Chacabuco. Todo es el fin de la alegría. Hasta los gastos innecesarios de energía. Las vidas nuevas entre un cuarto de criollos y una cinta de embalar que se enreda. El cartón corrugado que no alcanza. L haciendote las cosas más fáciles siempre. Los taxistas mal educados. La urgencia por dedicarme a lo importante. El mediodía golpeando mi remera multicolor. Las mandarinas. Las avenidas de Barrio General Paz. Un recuerdo que amenaza con destrozarme el corazón. Las cosas que amé. Los caminos que deshice con mis mochilas. Las marquesinas que había olvidado. La noche improvisada que termina en las cuerdas de su guitarra mala. J en su burbuja musical eufórica. Los bellos de mis brazos alzándose en medio de una canción. Eloina y su público escandalosamente rosa. Y el negro de su remera brillando. V y yo, hilvanándonos las risas. El cumpleaños feliz de L. Una ciudad que se lamenta del cielo. Un cansancio que no espera. Y yo con la incomodidad al tono de mi vestido.

Los grises del cielo se amontonan a borbotones por debajo de mi cien. Fuimos tres mujeres rotando por los rincones de una casa. He declarado ser feliz entre esas paredes de cemento. He dicho: el mundo es un lugar menos malo desde este domingo. Cada vez que me duela el cuerpo voy a pensar en ellas y en sus peleas disparatadas. Tres mujeres entre el rouge y el cigarrillo. Entre un par de botas y una remera roja que destiñe. Tres mujeres y mis lágrimas haciendo de mi rimmel un garabato sobre mis mejillas.

Córdoba y sus noches todas iguales todas. Córdoba y Ceci. Córdoba y mis llantos en los brazos de Ceci. Córdoba y mi golpe contra la baldosa. Las empanadas árabes. Córdoba desvistiéndose con la risa oportuna de Ceci. Los hombres lindos. La comunicación excesiva. Córdoba y mis amigos bailando estruendosamente. Córdoba y los fantasmas de los cordobeses cuando imaginan Buenos Aires. Córdoba girtandome que estoy más flaca, que hablo como porteña, que me visto raro, que si vi famosos, que si es todo un quilombo como dicen en la tele. Y yo diciendo que es peor.


Me acosté de noche todavía y no me pude dormir hasta que salió el sol. Me costó tanto conseguir un taxi como cuesta conseguir monedas en Buenos Aires. ¿Adonde voy?. ¿Cuál es mi casa? ¿Quién me espera?. Córdoba y mi pasado entumeciéndome los huesos. Córdoba y su humedad, haciendo surcos en mi alma. Córdoba lejos de tu cama.

Un día perfecto para morir. Me gustan los días desteñidos para morir súbitamente de un ataque de tristeza. Tarde de fotógrafo indigente robándole imágenes a adolescentes con flequillos y yo sosteniéndole la pantalla. No hay qué decirse cuando las palabras incluyen la opción bomba de tiempo.
Tarde de lemon pie. Mujeres revelando los artilugios del amor, del engaño y la locura. Mujeres haciendo de cuenta que no juzgan. Mujeres mintiendo con descaro pero seguras de que anuncian a la verdad. Mujeres tan lejos como cerca del delito de hacer daño. Mis adoradas mujeres. Inmensas mujeres.
Despedidas lacrimógenas que no se dejan en mi rostro. Dolores palpitantes. El tiempo que se evapora. Los argumentos a favor de una partida que no surgen. La ciudad resplandece en la noche. Cordoba abriendo llagas. Córdoba y los cuatroscientos recuerdos. Córdoba y su cineclub. Córdoba y su puente. Córdoba y la desilusión. Córdoba y la escasez de cerveza. Córdoba y sus bares genéricos. Córdoba y la posibilidad posible de vos y otra mujer. Córdoba deshaciéndome, sin parar. Córdoba y sus paseos. Córdoba y sus chistes malos. Córdoba y su chatura inconmensurable. Y otra vez, mi vida dando una vuelta.

7/10/08

cuando soy breve
















Olvidé decirte que no es bueno devorarse al tiempo, que vale la pena detenerse en el sabor de los besos, en la sensación deliciosa de la boca que se convida a otra. Ibas tan rápido que no te percataste, la rugosidad de la boca que besaste era la de mi boca.




Olvidé decirte que aunque a vos te desvele la textura de mi piel, yo daría mis uñas por tener la de esa japonesa que ví en la película del domingo. Ninguna de las películas que elegiría para llevarme a una isla desierta estaban en esa lista que te escribí. También esa lista y tus disculpas son una mentira.

Olvidé decirte que no solo nos separan las anchas arquitecturas de las rutas sino también la conciencia de los pies y de las manos en cada desliz con que danzamos en el sexo. La conciencia toda nos aleja. Que los climas difieren en la temperatura de nuestros dedos pero en mi vientre y en el tuyo los trazos, no sé por que misteriosa razón, se nos adhieren como plasticola.




Olvidé decirte que la locura de tus argumentos me lastima, que la violencia de tus risas me despeina, que tu alegría me alivia, que de tus deseos descreo y aún así (te) quiero, bajo la bruma que nace detrás de los alerces (te) quiero, aunque (te) quiera tal como sabe hacerlo el cuerpo, con un amor cortito, que se desplomaría ante la primera lágrima del cielo...

La foto es de acá http://www.flickr.com/photos/licordepiel/


















3/10/08

Mi mamá me ama

Sucede que al final después de tantos cumplidos, terminé por creerme que puedo llegar a ganar algún concurso con alguno de los "textitos" estos que escupo a través de esta vía. Sucede que las madres son las madres y si insisten con algo por algo será, y si la mía dice que soy linda y escribo más o menos bien entonces a mi no me queda opción que creer que esa es la verdad absoluta. ¡No me va a mentir mi mamá!. Luego de este intrascendente preludio, me adentro en el meollo de la cuestión: voy a mandar entre tres y ocho "poesías" a un concurso de narrativa que organiza esta gente tan intelectual y reconocida de la revista enie. Y tengo otra razón para hacerlo: ando de buenas. Hasta ayer pensaba que lo unico que podía ganarme en mi corta existencia era un par de free pass a la disco de mi pueblo después de machacarme el dedo en el teléfono para pedir mi tema favorito en la radio pero anoche fui a ver tocar a Chamuyo en El Diluvio y me gané el cd con solo completar un escueto cuestionario de cultura general (claro, aca también bastaban las dos manos para contar los asistentes, pero eso no viene al caso porque el cuarteto es muy bueno y yo quería ese disco). Así las cosas, me urge hacer un llamado a la solidaridad de mis fieles lectores para la selección del repertorio literario. ¿Se copan y me dicen cuál de todos los post publicados es el menos malo?. ¡Chas gracias!

23/9/08

SOBRE LA IMPORTANCIA DE LAS COSAS






¿Tengo que escribir algo sobre el cambio de estación, sobre la ausencia de flores sobre los jardines alfombrados de mi casa, sobre la muerte de los sonidos desde que supe que encontraste quien te bese los pies, del calentamiento global, de las alergias cuando llega la primavera, del paro de trenes, del calor que me pobló el pecho en la escena de anoche?


¿Posee alguna trascendencia tu corte de pelo leonino en mis sueños de anoche, los pequeños desafíos matutinos de tomar el café sentada, las migas en el colchón después de la cena, la falta de besos que se prolonga en mi cuello, el miedo a que el tiempo pase sin encontrar a alguien que obstaculice la jurisprudencia de mi libertad, lo mucho que amé, mis contradicciones a la hora de dormir y de la falta de proteinas en mis desayunos?


¿Hace falta que mencione el brillo de mis ojos, las menudencias de mi voz cuando le digo mis carencias, la confianza como una palabra hueca en el lexico de las emociones, las caidas desde precipicios montados sobre la arena, mis mecanismos de defensas tiritando, la sensación de mi campera verde encarnandose en mi espalda, los fracasos a cada momento esperando para atacarme?


¿Es necesario que escriba que estoy a punto del desmayo porque ya no logro contener el deseo, que mientras el se regocija en la cuesta de la alegría yo me desmorono? ¿que mirarlo me duele porque todo indica que jamás va a abrazarme? ¿que si tuviera diecisiete años sería rosa mirandolo tan tontamente, pero con once más todos los metros cuadrados se me tiñeron de gris?


¿Debería hacer un alegato del escándalo de las valijas de Wilson, de la crisis en Bolivia, de los pibes que no tienen ni para comer, de los millones que facturo para que otros se enriquezcan cada día, de las horas de sueño que compraría si las horas pudieran comprarse, de lo imposible que resulta ir al supermercados sin verse reencarnada en una vieja de setenta años que se escandaliza por el precio del calabacín, del efecto Jazz o de lo absurda que resulta la edad a la hora de enamorarse?

18/9/08

ESC

Dejó las hojas a un costado, levantó la vista casi imperceptiblemente, la detuvo en la suya durante el tiempo que se tomó para decir la frase y se la escupió: - ¿Enferma? para mí estás cada día más linda.

Ella, le devolvío un reflejo automático producto de la vergüenza que le ocasionaban esas palabras, un movimiento veloz y decidido de todo el tronco en dirección al monitor de la pc al tiempo que balbuceaba un gracias apretado.

Lo dijo como quien retribuye un cumplido sin la menor preocupación por el efecto, sin reverencia alguna.

Acababa de presionar Ctrol Alt Supr con las pestañas pastosas de lagañas pero con la satisfacción ancha como el Rio Uruguay, al saberlo detrás de una tabla de chapadur.
La dicha esperando a ser revelada, como aguardaban los sellitos de colores de los chicles al agua a ser plasmados en sus muñecas de pequeña.

Faringitis virósica

Tenía la cara roja y los labios secos como la piel de un sapo.

-Tengo placas, le dictaminó a su hermana apenas cruzó el umbral de la habitación con el bajalenguas en la mano.

La facilidad con que alguien de su familia que había optado por esa profesión desestimaba los desequilibrios de su salud, se revelaba impasible una vez más.

Hacía cinco días que pretendía evadir el bulto y continuar con su vida como si nada, tratando al cuerpo como se trata a un carrito de supermercados, cargandolo de cosas materiales y superfluas, cubriendolo de polvo, como si fuera un medio para alcanzar satisfacciones a corto plazo sin la mínima conciencia de sus limitaciones, como si esas dos pelotas infladas por debajo de las orejas fueran meros accesorios similares a los aros.

La voz se le venía como por un tunel lejano y oscuro. Sonidos ambiguos emanados de baldes rebalsados de agua se le filtraban por las cuerdas vocales. Cada vez que quería decir bueno, claro o tenes razón todo su aparato fonador se empeñaba en decir attchhheeeeesss, al tiempo que sus brazos y ojos se unían mancomunadamente hacia el objetivo de alcanzar un pañuelito elite.

Llegó al extremo de proponerse el ahorro de saliva. Contenía grandes cantidades de ese líqudio viscoso y las almacenaba en la parte superior, pegado al paladar, proque tragarla se le presentaba más humillante que servir café todo un día completo a todos los gerentes de todas las multinacionales juntas.

Esto debe ser el infierno, y mi garganta, la del diablo. Pensaba para sí. La cabeza le daba giros cortos como los que daba la bailarina de la cajita musical que le habían regalado para sus quince.

Ibuprofeno. Necesito Ibuprrrroggenio. Y miel. Toda la miel que gulitó el osito Yogui la quiero a kilos deslizandose por mi garganta hasta convertirla en un panal de abejas. Se decía.

Cada bizcochito nueve de oro que osaba de traspasar esa frontera adquiría el caracter de ilegal o se sometía al trato despiadado de soldaditos armados de pies a cabeza a la espera para aplicarles las más tortuosas prácticas.

¿La pantalla del televisor está encendida o apagada?. ¿Qué son esas sombras chinas?. Puntitos de colores se acercan y se alejan, rayas, nubes, diagramas, espirales cruzan de un extremo al otro de la caja rectangular y fuera de ella, por todo el aire, se desparramaban.

Su cabeza expulsa los ultimos restos de criterio. El mundo no va a parar porque vos pares. Se autoconvencía.

Empezó a transpirar congojas, cansancios, querencias, libertades, insatisfacciones.

Apretó la almohada contra su pelo enmarañado. Dio vuelta su cuerpo hacia abajo. Lo maldijo. El estaba vengandose de ella con su descargo. Se estaba quitando el velo para mostrarle su superioridad.

Hoy, la que pedía permiso para bajarse del mundo, era ella.

11/9/08

La impunidad de las palabras

No conozco otro espacio que sea más injusto que el mundo.


Córdoba ardía en llamas y dando alaridos no se salvó de la miseria de los poderosos.


La ciudad que más amo tuvo su cita en el infierno y diez años pesa más que todas las palabras de todos los poetas.


Y yo escribo para escaparme.


Dejar de escribir, no está dentro de mis posibilidades.


(TE) Escribo cartas saturadas de palabras que chorrean gotas por todos los costados.


Palabras que se retuercen, que imploran.


Pa la bras urgentes, que son mentiras rebozantes como nubes.


(LAS) Escribo.


A los manotazos.


Durmiendo.


Parada.


En el subte.


En el colectivo.


Mientras no me ves.


Mientras pienso.


Mientras dos hacen el amor.


Las exhalo como exhalaba conejos la señorita de Paris.


Mientras escribía me robaron el celular


y
no
me
percaté.



Cinco días sin
saber (TE)



Des encontrandome


Escribía mientras tocaba Virus y vos bailabas al lado de mi aura.


Mientras estudiabas mi expresión al fumar un cigarrillo,
y yo decía que iba a irme temprano.



Me metí en un tremendo brete con las palabras.


Me diagnosticaron mal de palabras.



Sobre su regazo se disputan mis ganas y mis cansancios.


Escribo mientras soy una madre en una obra de teatro.


Toco la armónica y en vez de aire soplan palabras.


Escribo con los arcos de mis pies,
que son raíces móviles pero ancladas en la tierra.



Mientras me muevo y me río.


Porque no hallo calma escribo.


Escribo mientras vos tenés el tupé de poner esa foto en el messenger.


Las palabras son musas inoportunas,


grietas de deseos insatisfechos,



me desafían,



voluptuosas,



efímeras,


farolas fluorescentes en jardines japoneses,


savia que hierve navegando por los tallos.


Escribo todas las palabras de los libros que no he leido.


Escribo las TE.


Y el mundo rebosa de injusticia,
mientras se las quito...

8/9/08

De otro



Dos manos al bolsillo

¿Será verdad que las brujas se comen a los chicos, que si me porto mal no voy a ir al cielo y los ratones me van a comer los pies?
Mirá que yo no estoy contento, que en la juntura de la sangre tengo una espina y aún hay que salir de esta ceguera
romper le aire con los besos y empezar otra vez.
Dame tu mano, tengo una flor rota, dos ojos sin descanso
dos manos al bolsillo y empezar otra vez.
Mirá que yo no estoy contento.
Y creo algunas cosas
que habría que acostarse con un muñeco al lado
y no decir mentiras porque me puede salir una joroba.
Pero decime, si tengo el corazón doblado un poco, ¿vos me vas a querer igual?


Roberto Santoro



29/8/08

INTERNO 522




Embocar el saco en la punta del perchero. Presionar el botón del encendido de la computadora. Sacar los anteojos del estuche. Desplegar las patitas hacia los dos extremos. Dejarlos descansar entre mis orejas. Detenerme doce segundos en su cabellera despeinada que llegó. Esperar su beso. Sin que se note. Contener mi corazón que brinca. Pispear de vez en cuando el sol con la forma de un cuadrado. Obsequiarle a mi nariz el aroma de la lana de sus pulóveres. Dar diez pasos hacia la cocina. Presionar la manija hacia abajo y hacia arriba. Estirar las piernas para alcanzar la tasa en lo alto de la alacena. Los muebles nuevos que relucen. Extender el brazo para abrir el cajón de la mesada. Poner el saquito de café adentro de la tasa. Presionar la canillita del container de agua. Mirar el humo que emana de mi tasa. Una cucharada de azúcar blanca que comienza a perder su identidad adquiriendo un color marrón. Girar hacia los lados sobre las ruedas que sostienen mi silla. Ctrol Alt Supr. Mi contraseña. Las máquinas piden letras y números iguales cada mañana. Click Clik. El mouse. Me estremezco con sus alaridos cantando Selfish Jean. En medio de todos los sonidos que hacen al mundo más tolerable ese ocupa un mayúsculo lugar. En la lista de los que hacen que aborrezca este exhalar de mi garganta, el piririri piririri del teléfono se lleva el primer puesto. Debería existir un mecanismo eficaz para silenciar ese artefacto y extinguir ese sonido para siempre. Pienso en los más comunes y eficaces. Pienso que tan hostiles serían las consecuencias que se acto tendría. Nada de lo que tiene esa voz para decirme del otro lado del tubo me preocupa. Todo lo que tenga él para decirme en cambio, me conmueve. Me enternece, por ejemplo, que use los nudillos de los dedos para discriminar los meses de treinta y treinta y un días, que diga que es disléxico solo para leer números, sus ojos de perrito que perdió a su amo alzandose por detrás del box para contestar a mis mecánicas demandas. Me rindo ante las suyas. Su paciencia abominable. La mia siempre a punto de estrellarse contra la computadora. La tensión en mis dientes achicharrandome el estómago cuando el 456 brilla en verde en mi pantallita. El crujir de las hojas. Los líquidos de café resbalándose de las tasas. La alfombra que se arruina. Los guiños de mi torpeza, resultado de mis eternas abstracciones. La locura de creer que la vida puede desmoronarse sobre la textura de una alfombra que cuesta miles de dólares. La gente que insiste en hablar con un migo que no soy yo. Los aurículos de mi nariz que se emborrachan con el olor de su elixir. Mi preocupación por su presencia volviendose mi prioridad entre todas las miles prioridades de una jornada de trabajo. Los mails. Las gracias. Los atentamente. Las disculpas. Los buenos días que son malos cuando él se afeita. La satisfacción de mi risa jactandose de mis ocurrencias. La urgencia de todos. La mia por disputarle la asignación de un sitio en su lista de posibilidades escasamente probables. Los días corrientes. El dinero que se revuelca en el asco de mi estómago. Las determinaciones que jamás tomaría en su nombre. Los años suyos molestandome. El barrio allá afuera. Delicioso febo. El letargo adentro. Los caprichos sin sentido de los poderosos. Yo sonrojandome ante sus halagos infantiles, previsibles frases de ocasión en bloque. "Te queda muy bien ese pulover verde". "¿Te cortaste el pelo?". Otra vez el chirrido del fax interrumpiendo los cantos del silencio. La impresora que se atasca tan de prisa como mis llantos. Las máquinas que el hombre construye para sentirse a salvo. La desdicha anticipada de intuir que jamás va a fantasear con mis besos. Las parades de madera que me detienen su abrazo y la luz chamuscandolo todo. Y yo entre las teclas, regodeandome en mis minúsculos fracasos por conquistar su atención, con mi ejército de cabos sueltos, con los números desvalijando mi creatividad, con una inexistente capacidad de disimulo que igual insisto en hacer visible, con la fábula de mis delirios quijotescos. Yo con los fastidios, los deseos en combustión, el esqueleto dando saltos, las rebeldías enquistadas, todo mi conjunto de fundamentos, un caudal de teorías acurrucado por ocho horas, con las muecas esperando en los bolsillos, con todo mi yo esperando siempre por atropellar el mundo.



27/8/08

Arte para liberarte


Buenos Aires. Agosto y Septiembre 2008. Festival de la Luz.
Es un pecado perdertelo.
Ya lo dijo Marcel Duchamp: "Contra toda opinión, no son los pintores sino los espectadores quienes hacen los cuadros".


22/8/08

It's true

1. El olor del brócoli hirviendose al vapor se asemeja al olor de una flatulencia.
2. Compartir el baño con tu pareja es la evidencia más concreta de que ya son amigos y esa relación está en la cuerda floja.
3. Las cajas que no se vacían despues de los primeros 3 meses de una mudanza, nunca serán vaciadas. (Copyright del blogger Thotila).
4. Si un libro no te atrapó en la primera hoja, no te atrapará jamás. Mejor desistir a tiempo.
5. Querer saberlo todo de él (sobre todo su pasado amoroso), terminará por arruinar tu relación con él.
6. Apenas descubras que tienes un agujerito en el bolsillo de tu campera, no podrás dejar de tocarlo.
7. Cuando vas a un baño público y te dan ganas de dejar salir uno de esos fuera del espacio que se remite a tu organismo, nada mejor que toser o tirar la cadena para que no se oiga el ruidito. Si estás en la calle, esperá a que pase el colectivo.
8. El café en el sillón después de una cita, es el preludio de una noche de sexo.
9. Si querés conocer los hábitos de una persona, nada mejor que pispear el estado de su heladera o en defecto el de su placard.
10. La gran mayoría de las parejas se llevan bien conviviendo porque solo se ven tres horas por día.
11. Si ves una casa abandonada que se viene abajo y la están reciclando, pronto se va a inaugurar un centro cultural.
12. Por más que hagas caso a las indicaciones del paquete, el arroz que hiervas siempre va a sobrar.
13. La fiesta a la que no fuiste por ir al cumpleaños de un amigo al que no le podías fallar, estuvo de puta madre, el cumpleaños fue un bodrio y tu amigo ni se percató de que estabas ahí.
14. Una cosa es ser sucio, otra muy distinta es ser desaliñeado.
15. El día que decidiste deshacerte del boleto de colectivo o tren, de algun bendito lugar surgirá una autoridad competente que te lo pedirá. Lo mismo sucede con el número de celular de él, no basta con que determines que ya es momento de eliminarlo, para que te llame.
16. Una vez que optas por ir al baño mientras tomas cerveza, después no vas a poder dejar de ir.
¿Cuál es tu máxima?

20/8/08

Un poco de sentido común

Yo me pregunto: ¿Qué tipo de criterio utiliza el kiosquero de la estación Carlos Pellegrini, para exhibir el recetario de la hermana Bernarda, entre una revista cuyo título (explícito y elocuente si los hay) es Orgía de travestis y entre el Código Procesal Penal?

15/8/08

sur




Es utópico creer que antes uno llegaba a Barracas por el olor a chocolate, de la fábrica Aguila, y a galletitas, de Bagley. Que sobre la avenida Patricios funcionaba la fábrica Alpargatas. Que en el Riachuelo había una playita donde los chicos se bañaban.
Las barracas comenzaron a construirse a principios del siglo XVIII, sobre la vera del Riachuelo. Según cuenta Horacio Puccia en su libro "Barracas en la Historia y en la Tradición", en algunos planos de Buenos Aires, del siglo XVIII, una lonja de terreno ubicada entre el Parque Lezama y la parte del Riachuelo correspondiente a la Vuelta de Rocha, figuraba con la siguiente inscripción "Las barracas y tierras de doña María Burzaco". Esas barracas "eran construcciones precarias para almacenar cueros y otros productos del país que debían embarcarse en el Riachuelo, o recibir las mercaderías que llegaban del exterior". Al principio fue el barrio elegido por las familias más ricas de la Argentina, que habitaban en lujosas casonas y quintas. Las familias de apellido Balcarce, Montes de Oca, Alzaga, entre otros eran sus moradores. Pero la epidemia de la fiebre amarilla, los obligó a huir a otros lugares transformando el paisaje drásticamente. Poco a poco, se pobló de inmigrantes de todo tipo, especialmente de italianos y se convirtió en un barrio popular de gente trabajadora. Se llenó de cafetines de mala reputación. Sin embargo era un barrio próspero, con fábricas, mercados, autopista. Después de la mitad de este siglo, Barracas empieza a perder su furor; sus fábricas se cierran, se inhabilita su estación de trenes, y la construcción de la autopista hace desaparecer muchos edificios y dos plazas.
La primera vez que pisé el adoquín de Barracas no pude evitar que hicieran estragos las reminiscencias de Sur y la Nube, las películas de Pino Solanas. Las había vuelto a ver otra vez cuando hice mi tesis de grado y fue ahí cuando tuve que admitir mi extraña predilección por la nostalgia y los aderezos que devienen de ese sentimiento. Me atraía la tela bohemia con la que Solanas envolvía sus imágenes, saturada de colores lavados y la música que elegía para dotarlas de un aura especial. Mi vida, desde temprano se empecinaba en ser un tango. Cuando era chica, practicaba las maneras de los llantos en el espejo y encarnaba escenas dramáticas donde era la incomprendida. A los doce, ya me sabía toda la historia del rock nacional, compraba cassettes originales de Serú Giran y Sui Generis y entonaba a la perfección las canciones de Silvina Garré. Todas las estrofas me hablaban de mí. Tenía la costumbre de llenar cuadernos repletos de versos tristes que escribía por las noches y devoraba libros de psicología y autoayuda. La primera vez que fui al psicólogo tenía trece, me habían cambiado de colegio y los llantos se habían trasladado al terreno de lo real con una impunidad preocupante. Era una princesa que se había extraviado en el camino de vuelta hacia los juegos y su castillo se desmoronaba piedrita a piedrita, como en el epílogo de un cuento de Poldy Bird. No recuerdo que algo haya cambiado a partir de las charlas con esa terapeuta que me veía dibujar la mayor parte del tiempo, si sé que desde ahí no paré de indagarme hasta reconciliarme con mis estados nostalgiosos.
Ahora mis días son primeros planos en blanco y negro de construcciones añejas que alguna vez fueron fábricas. De una arboleda generosa en una plaza. De un cielo al descubierto. De vecinas sentadas, tomando mate en las veredas. De un barrio que está al sur. De un sur que siempre estuvo adentro de mí.

8/8/08

Sobre ruedas

En pocos días dejaré atrás mis viajes en el 12 por otros más ajetreados que incluirán la tortuosa combinación: tren-subte. Viajé dos veces por día en colectivo, lo cual multiplicado por cinco días de la semana, durante poco más de un mes, da un total de muchos días que no tengo ganas de contar. En esa cantidad numérica de oportunidades me ví obligada a acatar una ley que no cabía dentro de mis opciones quebrantar. La ley del transporte público. Por cuestiones que aborrezco, a veces se me regala el privilegio de ir sentada, con la mirada perdida en construcciones altas, cielos sucios, paredes con graffitis y publicidades, arboles escasos, fragmentos de vidas de gente que se mueve, todo el tiempo y a toda hora se mueve. Otras, la mirada se pone atenta y esa misma urbe me interpela con descaro. Entonces tomo partido, opino, me enojo, me río, me estremezco.
Cuando escucho a la Vernaci en Tarde Negra se me descosen los botones de la risa. De reojo alcanzo a percibir en las miradas de la gente un dejo de envidia. Los huesos angostos de mis costillas se pegan como una baba sobre la fina película que cubre mi diafragma. Mis cuerdas vocales emiten ruiditos en los que por sobre todas las letras predominan las jotas babosas de Patán.
I
En el asiento de atrás van un papá joven y su nena de unos ocho años. El papá le dice a la nena: -Ahora cuando lleguemos a casa voy a poner a Pappo a todo lo que de, a vos te gusta Pappo, no? seeee, te vas a morir cuando lo escuches tocar la viola, así así así, al palo, rock and roll a morir... ¿Tenés hambre?, ¿Qué querés comer?. La nena se queda callada.
II
Hace unos días en una reunión alguien mencionaba que después de un tiempo había vuelto a "tomar colectivos", quiero pensar que no los tomaba literalmente como se toma un gin o como se toma al novio de la mano, sino meterse adentro de uno de ellos y emprender la odisea de dejarse transportar en esa cosa que te hace mover como un mosquito adentro de un frasco. Lo cierto es que esta persona decía que había perdido ciertos códigos, como ser, al principio cuando quería circular pedía permiso, pero como nadie se movía, empezó a usar la estrategia de los codazos y los empujones y así consiguió buenos resultados. A mí lo que me sigue sorprendiendo de los colectivos en Buenos Aires es que paren en cualquier lado menos en la parada como corresponde. Semáforo en rojo suficiente para clavar los frenos y estampillarte contra el caño más próximo. Apretás el timbre y te bajás. Las colas interminables para depositar moneditas en la maquinola son insufribles. Y más aun el tonito socarrón del chofer solicitando: - Un pasito más, un pasito más así entramos toooooodos...
III
Constitución es un territorio temible, pero de una fauna exquisita. Por alguna extraña razón, cuando arribo a la estación, la radio extravía el dial que elegí y un pastor comienza a propagar sus verdades universales a los gritos. De noche, este lugar me hace acordar a El Rodeo, aquella escenografía que creó Almodovar en la película Todo sobre mi madre. Putas por docquier. Un submundo donde las leyes que priman son las de la violencia sistematizada. Situaciones que todos los que vamos del otro lado de la ventanilla observamos con cierta resignación y desdén. Es obvio que desde abajo del 12, echar mano a mi ojito observador con fines estrictamente sociológicos para con el objeto de estudio en cuestión sería una acción impedida por el pavor.
Voy sentada del lado de la ventanilla. La puerta ya se cerró y la gente que quería ingresar ya lo hizo, cuando un mocoso de unos trece años mete el brazo, logrando que el colectivero vuelva a abrirla. El movimiento es ligero y preciso y se dirige al bolso de mi compañera de asiento. Ella reacciona rapidamente, el colectivero también. El chico saca el brazo vacío. Moraleja: Nunca te sientes en el extremo derecho, del lado de la vereda. Sino es por la ventanilla, por la puerta, alguien tiene en sus planes quedarse con tus pertenencias.
IV
Es viernes. Después de patear avenidas enteras haciendo trámites incordiosos, tomo el colectivo casi a la hora del mediodía. Es extraño viajar a esta hora. No voy sola, llevo un paquete de galletitas sobre la falda, mi desayuno viene conmigo. Intento abrir el paquete con suavidad, discretamente, pero me es imposible. Entonces le doy con ganas a los extremos plegados de la bolsita y pum!. Bizcochos saltan desaforados por fuera de la bolsa y se disipan por todo el colectivo, huyen como hormigas, rodando, con prisa y desdén. Me avergüenzo. Trato de acaparar algunas con las manos. Miro hacia atrás, encuentro la mirada de un hombre que me devuelve un gesto de compasión. Qué suerte que hay poca gente, pienso. Y sin más, me dedico a la angustiosa tarea de poner rodillas al piso y culo para arriba, a recoger bizcochitos. Alcanzo a divisar mi hambre y aprovecho para guardarmelo en el bolsillo.

5/8/08

1/8/08

Cinco cuadras por un sueño


Vivir en la espacio terrestre donde pulula la gente famosa, es divertido. Salirse de los dilemas cotidianos ajenos y de las tragedias propias por la puerta de la frivolidad puede convertirse en una buena terapia. El otro día me crucé a Luis Majul en el Barrio Chino y me dieron ganas de preguntarle si era feliz, a Laura Oliva casi me la llevo puesta a la salida del Paseo de la Plaza, y Raúl Portal, personaje detestable si los hay, por sus ideas fascistas, hace un tiempo me dijo hola. Sin embargo, ninguno de esos episodios modificaron de manera sustancial mi rutina como éste. Es de público conocimiento mi rara "admiración" por cierto personaje del periodismo llamado Martín Caparrós. No solo que me leí toditos sus libros, y sostengo que es uno de los mejores cronistas de nuestro tiempo argentino sino que a mí ese tipo me gusta y mucho. Hace unos días me pasó algo que lo grafica fehacientemente. Iba muy tranquilamente caminando por la calle Corrientes cuando una calvicie perfecta y redonda se interpuso entre el semáforo y mis ojos. Yo dije: -No puede ser. ¡Es el!!. Tenía que doblar en la próxima esquina, pero no me importó. Emprendí mi viaje detrás del viaje de Caparrós. En la vereda varios peatones se cruzaron tratando de impedir que lograra mi objetivo de alcanzarlo, pero yo seguía a paso firme y ligero al periodista. Lo seguí cinco cuadras. Juro que el corazón se me quería salir del pecho de un salto. Mi cabeza solo practicaba los vocablos que iba a emitir cuando por fin lo alcanzara. ¿Qué iba a hacer?. Ante todo pararme frente a él impidiéndole el paso, ¿y después?. ¿Existe algo más ridículo que la práctica del autógrafo?. Ya practicamente estaba corriendo a la par del tal Martín cuando sucedió la tragedia. El desvanecimiento de una ilusión que me había demorado de mi destino unas cinco cuadras, unos cuatro minutos de mi vida. La pelada giró media vuelta a la izquierda para mirar la numeración de una calle. En su campo visual entré yo, y en el mío entro él, y ahí fue cuando sucedió. Yo ya estaba preparada para asistir a uno de los eventos fortuitos más disparatados y geniales de mi vida, era la excepción que tiraba por la borda la regla, esa cosa del fanatismo absurdo que nunca comprendí por la gente que circula por los medios (en este caso, la palabra "farándula" no condice), los autógrafos y toda la paparruchada, se puso sin más en una lista de espera. Fue fácil darme cuenta. No había bigotes en el rostro de este sujeto, puesto que no era precisamente Martín Caparrós sino un simple ciudadano más de esta tumultuosa ciudad cosmopolita.

27/7/08

Hombres, abstenerse...




Sra/Srita Editora de Cosmovomitan:
De mi mayorsísima consideración:


Tengo algo que me urge vomitarle. Seguramente a usted mucho no le va a interesar pero como vivimos en una sociedad democrática, existe libertad de expresión y tengo un blog donde hago lo que se me canta, se lo comunico y listo. Yo no entro dentro del target al cual va destinada su revistita de morondanga. A saber: jamás usaría esas botas color rosa chicle taco aguja que son última moda en Taiwan, con esa blusa de satén amarilla con lunares negros y el pelo platinado con cuatro kilos de tintura de doscientos pesos. Que le quede bien clarito, yo no uso tacos. Aquí voy a establecer una salvedad, me da gusto ver a una mujer contornearse encima de ellos y pienso que es una actitud bastante cojonuda salir a las siete de la matina a la calle a pelearse con las calles bacheadas de Buenos Aires, las veredas con forma de nubes y agarrada del caño del subte y no precisamente para alcanzar algún tipo de sueño, pero a mí no me enganchan ni loca. Nunca tendría en cuenta sus diez trucos infalibles para volver loco a un hombre en la cama ni me pondría esas mezclas aceitosas con olor a espárrago en el cutis aunque me juraran que me va a quedar como el de Juliette Binoche. Me niego rotundamente a pronunciar esas frases enlatadas para asegurarme una segunda cita con el hombre de mis sueños, que se nota a millas de distancia, son blasfemias más gigantes que un elefante africano y menos aún a adoptar esas ridículas poses en una entrevista de trabajo para cautivar al jefe de recursos humanos y asegurarme cualquier puesto que termine en ing en una multinacional. Descreo absolutamente de sus recetas mágicas antiestress, para eliminar toxinas y ni hablar de sus recomendaciones de psicología barata para saber que está pensando él durante el sexo o cuando está idiotizado mirando la delantera de una amiga. Nisiquiera después de haberme bebido una bañadera entera de ginebra, al mejor estilo Luca Prodan, sería capaz de balbucear alguna de sus estúpidas mentiras con cara de poker a mi amiga cuando no me gusta el sombrero que se compró o el tapiz nuevo que colgó en la pared del living. Nunca leí algo tan poco creible como los test de personalidad que da a conocer en su publicación para detectar psicópatas y homosexuales. Entienda señora editora, es una tremenda estupidez dilucidar la personalidad del sujeto en cuestión viendo como toma el volante del auto o a través de la manera en que ata los cordones de sus zapatillas. Sépalo, el estado de la cabellera y la forma de vestirse no lo dice todo de las personas. He conocido seres mentalmente desequilibrados que eran de lo más pulcros y prolijitos, adorables con los niños y simpáticos con las suegras y cuando menos te lo esperabas, paf! se brotaban. Me tienen sin cuidado sus recomendaciones de productos diet porque para mí, y esto reconozco que muchas veces me deja afuera del género femenino, cuanto más azúcar mejor para el funcionamiento pleno de mis neuronas. La unica vez que pisé un gym fue en el año 98, cuando al irme a estudiar a la gran ciudad, el cambio de etapa me propició una mala jugada hormonal. Para decirlo sin vueltas, estaba hecha un cerdo, no obstante me llevó poco tiempo darme cuenta de que pagaba solo para tranquilizar mi conciencia. Y como de la experiencia se aprende, aprendí que no voy a volver a hacerlo nunca más. Y para terminar le digo, me llevó años de terapia asumir que no soy una mujer de catálogo, tengo mi neurosis, que es mía y nadie la tiene, tengo mis excesos y mis debilidades, pero usted no me va a venir a decir a mí cual es la fórmula de la felicidad por ocho con cincuenta. No me venga a meter ese buzón que ya estoy grandecita para creer en los reyes magos.


Sin otro particular,
Saludo a Ud atentísimamente.