23/9/08

SOBRE LA IMPORTANCIA DE LAS COSAS






¿Tengo que escribir algo sobre el cambio de estación, sobre la ausencia de flores sobre los jardines alfombrados de mi casa, sobre la muerte de los sonidos desde que supe que encontraste quien te bese los pies, del calentamiento global, de las alergias cuando llega la primavera, del paro de trenes, del calor que me pobló el pecho en la escena de anoche?


¿Posee alguna trascendencia tu corte de pelo leonino en mis sueños de anoche, los pequeños desafíos matutinos de tomar el café sentada, las migas en el colchón después de la cena, la falta de besos que se prolonga en mi cuello, el miedo a que el tiempo pase sin encontrar a alguien que obstaculice la jurisprudencia de mi libertad, lo mucho que amé, mis contradicciones a la hora de dormir y de la falta de proteinas en mis desayunos?


¿Hace falta que mencione el brillo de mis ojos, las menudencias de mi voz cuando le digo mis carencias, la confianza como una palabra hueca en el lexico de las emociones, las caidas desde precipicios montados sobre la arena, mis mecanismos de defensas tiritando, la sensación de mi campera verde encarnandose en mi espalda, los fracasos a cada momento esperando para atacarme?


¿Es necesario que escriba que estoy a punto del desmayo porque ya no logro contener el deseo, que mientras el se regocija en la cuesta de la alegría yo me desmorono? ¿que mirarlo me duele porque todo indica que jamás va a abrazarme? ¿que si tuviera diecisiete años sería rosa mirandolo tan tontamente, pero con once más todos los metros cuadrados se me tiñeron de gris?


¿Debería hacer un alegato del escándalo de las valijas de Wilson, de la crisis en Bolivia, de los pibes que no tienen ni para comer, de los millones que facturo para que otros se enriquezcan cada día, de las horas de sueño que compraría si las horas pudieran comprarse, de lo imposible que resulta ir al supermercados sin verse reencarnada en una vieja de setenta años que se escandaliza por el precio del calabacín, del efecto Jazz o de lo absurda que resulta la edad a la hora de enamorarse?

18/9/08

ESC

Dejó las hojas a un costado, levantó la vista casi imperceptiblemente, la detuvo en la suya durante el tiempo que se tomó para decir la frase y se la escupió: - ¿Enferma? para mí estás cada día más linda.

Ella, le devolvío un reflejo automático producto de la vergüenza que le ocasionaban esas palabras, un movimiento veloz y decidido de todo el tronco en dirección al monitor de la pc al tiempo que balbuceaba un gracias apretado.

Lo dijo como quien retribuye un cumplido sin la menor preocupación por el efecto, sin reverencia alguna.

Acababa de presionar Ctrol Alt Supr con las pestañas pastosas de lagañas pero con la satisfacción ancha como el Rio Uruguay, al saberlo detrás de una tabla de chapadur.
La dicha esperando a ser revelada, como aguardaban los sellitos de colores de los chicles al agua a ser plasmados en sus muñecas de pequeña.

Faringitis virósica

Tenía la cara roja y los labios secos como la piel de un sapo.

-Tengo placas, le dictaminó a su hermana apenas cruzó el umbral de la habitación con el bajalenguas en la mano.

La facilidad con que alguien de su familia que había optado por esa profesión desestimaba los desequilibrios de su salud, se revelaba impasible una vez más.

Hacía cinco días que pretendía evadir el bulto y continuar con su vida como si nada, tratando al cuerpo como se trata a un carrito de supermercados, cargandolo de cosas materiales y superfluas, cubriendolo de polvo, como si fuera un medio para alcanzar satisfacciones a corto plazo sin la mínima conciencia de sus limitaciones, como si esas dos pelotas infladas por debajo de las orejas fueran meros accesorios similares a los aros.

La voz se le venía como por un tunel lejano y oscuro. Sonidos ambiguos emanados de baldes rebalsados de agua se le filtraban por las cuerdas vocales. Cada vez que quería decir bueno, claro o tenes razón todo su aparato fonador se empeñaba en decir attchhheeeeesss, al tiempo que sus brazos y ojos se unían mancomunadamente hacia el objetivo de alcanzar un pañuelito elite.

Llegó al extremo de proponerse el ahorro de saliva. Contenía grandes cantidades de ese líqudio viscoso y las almacenaba en la parte superior, pegado al paladar, proque tragarla se le presentaba más humillante que servir café todo un día completo a todos los gerentes de todas las multinacionales juntas.

Esto debe ser el infierno, y mi garganta, la del diablo. Pensaba para sí. La cabeza le daba giros cortos como los que daba la bailarina de la cajita musical que le habían regalado para sus quince.

Ibuprofeno. Necesito Ibuprrrroggenio. Y miel. Toda la miel que gulitó el osito Yogui la quiero a kilos deslizandose por mi garganta hasta convertirla en un panal de abejas. Se decía.

Cada bizcochito nueve de oro que osaba de traspasar esa frontera adquiría el caracter de ilegal o se sometía al trato despiadado de soldaditos armados de pies a cabeza a la espera para aplicarles las más tortuosas prácticas.

¿La pantalla del televisor está encendida o apagada?. ¿Qué son esas sombras chinas?. Puntitos de colores se acercan y se alejan, rayas, nubes, diagramas, espirales cruzan de un extremo al otro de la caja rectangular y fuera de ella, por todo el aire, se desparramaban.

Su cabeza expulsa los ultimos restos de criterio. El mundo no va a parar porque vos pares. Se autoconvencía.

Empezó a transpirar congojas, cansancios, querencias, libertades, insatisfacciones.

Apretó la almohada contra su pelo enmarañado. Dio vuelta su cuerpo hacia abajo. Lo maldijo. El estaba vengandose de ella con su descargo. Se estaba quitando el velo para mostrarle su superioridad.

Hoy, la que pedía permiso para bajarse del mundo, era ella.

11/9/08

La impunidad de las palabras

No conozco otro espacio que sea más injusto que el mundo.


Córdoba ardía en llamas y dando alaridos no se salvó de la miseria de los poderosos.


La ciudad que más amo tuvo su cita en el infierno y diez años pesa más que todas las palabras de todos los poetas.


Y yo escribo para escaparme.


Dejar de escribir, no está dentro de mis posibilidades.


(TE) Escribo cartas saturadas de palabras que chorrean gotas por todos los costados.


Palabras que se retuercen, que imploran.


Pa la bras urgentes, que son mentiras rebozantes como nubes.


(LAS) Escribo.


A los manotazos.


Durmiendo.


Parada.


En el subte.


En el colectivo.


Mientras no me ves.


Mientras pienso.


Mientras dos hacen el amor.


Las exhalo como exhalaba conejos la señorita de Paris.


Mientras escribía me robaron el celular


y
no
me
percaté.



Cinco días sin
saber (TE)



Des encontrandome


Escribía mientras tocaba Virus y vos bailabas al lado de mi aura.


Mientras estudiabas mi expresión al fumar un cigarrillo,
y yo decía que iba a irme temprano.



Me metí en un tremendo brete con las palabras.


Me diagnosticaron mal de palabras.



Sobre su regazo se disputan mis ganas y mis cansancios.


Escribo mientras soy una madre en una obra de teatro.


Toco la armónica y en vez de aire soplan palabras.


Escribo con los arcos de mis pies,
que son raíces móviles pero ancladas en la tierra.



Mientras me muevo y me río.


Porque no hallo calma escribo.


Escribo mientras vos tenés el tupé de poner esa foto en el messenger.


Las palabras son musas inoportunas,


grietas de deseos insatisfechos,



me desafían,



voluptuosas,



efímeras,


farolas fluorescentes en jardines japoneses,


savia que hierve navegando por los tallos.


Escribo todas las palabras de los libros que no he leido.


Escribo las TE.


Y el mundo rebosa de injusticia,
mientras se las quito...

8/9/08

De otro



Dos manos al bolsillo

¿Será verdad que las brujas se comen a los chicos, que si me porto mal no voy a ir al cielo y los ratones me van a comer los pies?
Mirá que yo no estoy contento, que en la juntura de la sangre tengo una espina y aún hay que salir de esta ceguera
romper le aire con los besos y empezar otra vez.
Dame tu mano, tengo una flor rota, dos ojos sin descanso
dos manos al bolsillo y empezar otra vez.
Mirá que yo no estoy contento.
Y creo algunas cosas
que habría que acostarse con un muñeco al lado
y no decir mentiras porque me puede salir una joroba.
Pero decime, si tengo el corazón doblado un poco, ¿vos me vas a querer igual?


Roberto Santoro