29/9/09

Edmundo Suricato






Porque nunca conocí a alguien con el corazón tan redondo y rojo
porque vos sí que sabés jugar
y porque te quiero...

28/9/09

Textuales Palabras





"Soy una sonámbula que camina dormida. Lo sé y no quiero que me despierten. Porque ya no podría vivir".


"Para vos yo era una muñeca con la que jugabas cuando tenías tiempo. Si estaba enferma o lloraba me confiabas a la niñera o a papá".


"Me sentaba en el suelo y te contemplaba: eras alta y hermosa. Yo me encontraba fea, delgada y angulosa, con grandes ojos saltones".


"Si yo pudiese hacer daño como quisiera, tu ya no existirías pero cuando levanto la mano contra ti, es como si me golpease a mi misma. Una hija no tiene armas para luchar contra su madre. La madre es sagrada".

22/9/09

la felicidad es verde



Querida Madre:


Ahora ya puedo sentarme a escribirte unas palabras. El día de la primavera fue más bonito de lo que podía imaginar. Dos días en el delta pueden alejarte increiblemente del aire gris de la ciudad. Al segundo día uno recién comienza a distinguir la infinidad de distintos verdes que pueden existir y hasta enumerarlos porque no hay uno solo sino miles. La mayor parte del tiempo nos hemos reunido a comer y a discutir sobre temas tan variados como cine, peronismo y las posibles maneras de arreglar los desperfectos de El Zanjón. Mariela y Diego, una pareja de actores que está recien llegada de Barcelona, quiere organizar un festival para recaudar dinero. Victoria y sus vecinos son muy solidarios entre ellos. Se ayudan haciendo zanjas y excavaciones para que no pase el agua, en las maneras de proveerse agua potable y alimentos y lo mas maravilloso es cómo se dan mania para arreglar los frentes de las casas y plantar infinitas clases de plantas. Te imaginarás cuanto aprendí de todo eso. Notamos con Victoria que los hombres hablan de los pájaros como si se identificaran con ellos de una forma muy apasionante. Fuimos todos de excursión en la lancha de R, paramos solo para comer (habíamos llevado como para un picnic), junté algunas nueces de Pecán y seguimos viaje hasta el Paraná. Los ríos iban cambiando de nombre y la vegetación se hacía más densa y abundante a medida que nos íbamos alejando. En un momento desapareció todo rastro de civilización, ya no hubo casas ni muelles ni canoas. Solo cuencos. Y ahí las imágenes se volvieron más interesantes. Durante la ida pude tomar algunas fotos. El sol estaba espléndido y todos estábamos excitados como niños. Le tomé una fotografía a C mientras se reía de perfil y se la mostré. Lo había conocido esa mañana cuando Vic me llevó a conocer su ultimo cuadro. C es el pintor de la isla. Dice que allí encuentra mucha inspiración. Y no hay razones para contradecirlo. Sus cuadros son muy realistas. C me preguntó esa mañana que sentía cuando me veía en las pinturas de otro. Porque yo encuentro muchas cosas que no me gustan de mi en mis cuadros, me dijo. Yo también, le contesté. Era la primera vez que Vic me dejaba sola con alguien en la isla. Y ahí supe que entre C y yo había algo. En la excusión encontramos momentos para mirarnos cuando nuestras ubicaciones en la lancha lo permiteron. Pero yo estaba más concentrada de disolverme como humo entre los aromas del paisaje. Me acordé de vos cuando llegamos al Paraná. Fue como si de pronto todo el espacio se abriera y ya no hubiera horizonte ni cielo ni tierra ni después. Imposible abarcar tanta infinitud en los ojos. Solo agua soberbia estirada a sus anchas. Todos sentimos una emoción indescriptible y nos miramos. Nuestras caras decían: era esto. El temor por no llevar salvavidas me trajo de un sopetón aquella vez que en el medio del Paraná se desató esa tormenta tan grande. Ibamos con los amigos de papá. Y no teníamos salvavidas, y la lancha se movía anunciando una catástrofe. Estabas pálida. Tuve miedo porque vos tenías miedo, nada más. Cuando llegamos a casa dijiste: -nunca más. Pero todo eso no podía tener lugar ahí. A menos de dos kilómetros retomamos la vuelta por otro brazo del delta. En Sarmiento las casas son modernas. Tan confortables que me disgustan. La gente pone piletas, lagunas artificiales y fuentes en los frentes. Pero el río siempre puede más. Y cuando hay sudestada arremete contra todo. A las seis de la tarde el viento y el frío eran tan crueles que nos acurrucamos todos adentro de la lancha y nos tapamos con la mantita del picnic. Fumé un cigarrillo porque necesitaba un estímulo en el cuerpo y vodka no había. Las navegaciones son artefactos, no hay una igual a la otra. Las más grandes son imponentes. Vimos absortos algunas abandonadas llenas de memorias y ocres. Y me las guardé como pude en la retina. Mi cámara ya no tenía baterías. Se mencionó varias veces el libro Sudeste, de Haroldo Conti y no tuve que hacer mucho esfuerzo para imaginarlo ahí, en su habitat, con su lupa investigándolo todo. Cuando pisamos tierra me sentí algo mareada. La casa de Victoria estaba calurosa. Si vieras que bonita es. Tan pequeña. Cuelgan de la pared dibujos de los antiguos dueños. Le pregunté por qué los había dejado y me dijo que algunas cosas hay que dejarlas tal como están cuando uno llega, sino uno pasa por la vida y no deja nada. Me gustó que dijera eso. Le confesé que cada vez que yo estaba con ella era feliz. Pero no me acuerdo que me contestó. La llegada a la capital fue cruel. En la estación de trenes Vic no pudo poner las monedas en la máquina y yo sentí una decepción tan estridente que se apoderó de todo mi cuerpo. Hoy Buenos Aires es un lamento inconfundible del cielo. Algo está pasando por encima nuestro. Y nadie me puede explicar que es sin mencionar la palabra lluvia. Siento que hay espacios, fragmentos y momentos en que el hombre debería dejar que la naturaleza le explique todo de nuevo. A veces me parece que no comprendo. O será que al final, allá también siempre llega el desengaño.
Hace tiempo que no escribo una carta. Solo espero que Granada te despierte aún más el amor por la vida. No dudo que así será. Intento crearme en la cabeza alguna imagen tuya en esa tierra lejana, entonces ahí estás pisándola incansable con tus zapatillas tractores, bailando flamenco y yendo de tapas, haciendo clik clik con esa cámara que un niño no podría sostener más de cinco minutos quieta, ajustando el zoom una y otra vez siguiendo las instrucciones de P. En el centro de la imágen hay un palacio, pero en el fondo asoman calandrias, azaleas y colibrís.

Desde este recóndito lugar del planeta sigue de cerca tus aventuras y te extraña...


tu pequeña hija.

15/9/09

alas

















Basta de palabras. Y líneas que no entiendo. Necesito un estímulo. Para no llorar. Algo chiquito. Acá debajo de las pupilas. Dos cosquillas. Verdes. Con ganas. Con el dedo del pie. Así. Acá. ¿Me puedo subir?. Ahí está. Cola apoyada. Rodillas colgando para afuera. Que no me caigo, ya vas a ver. Y me preparo. Voy subiendo. Rama a rama. Y cada vez más chiquitito veo todo. Las casitas. Y los países. Y los zapatos de los hombres. Parecen Playmóviles. Un cuadro bonito. Como ese. Una ventana. O Mil. Un bosque. Altos los pajaritos. ¡Miraa a a a a!. ¡No sabía que los árboles usaban lentes!. Debe ser por el sol. Uhh h h h h h. ¡Qué naranja el sol!. ¡Y como pica!… Como mi ombligo. Un atrapasueños. ¿Y adentro?. Una pelotita de goma. Como una nuez. Pero de mazapán. ¡Si es un confite!. Para aplastarlo. Que lindoo o o o o o. Como una torta de frambuesas. Meto los dedos. ¡Rico rico!. Y suave. Como el almohadón de la abuela. ¡Si! ¡el que tiene en la silla de la máquina de coser con la que me cose los parches de las rodillas!. Dulce. Esponjoso. Y salto. ¡Pum! ¡adentro!. Me estoy divirtiendo. Masajes. En los tobillos. ¡Son las mariposas!. ¿O una brisa?. De arriba a abajo. En circulitos. Ese pedacito de espacio. Y fuuu u u u u u u u u. Bajé. ¿Tan rápido?. Piso piso. Tierra. Pastito. Toda enchastrada. Me sacudo las hojitas. Y me saco de adentro de la panza una partícula de tiempo. Del tamaño de una crisocola. Un globito lleno de agua. Que rueda. Y al piso. Plaff f f f . Y la risa. Ancha. Infinita. No termina. Me duelen los cachetes. ¡Que me hago pis!. ¡Basta te dije!. Que ruido hago cuando me río. Como la máquina de coser de la abuela cuando da puntadas. Con la que le cose los cuellos de las camisas a papá. Allá lejos. ¿Ves?. Todo el cielo. Es un paisaje que no termina nunca. Ni principio ni fin. Ni la tierra lo limita. Y más lejos me voy. Volando en paracaídas. Por ahí. Livianita. Me voy. A ver los dibujitos. Que forman. Las veredas blancas y los techos perpendiculares y los canteros llenos de petunias que mi mamá riega con el bombeador…


pinté y pinté

volé y volé

y tuve alas

y me gustó.


fin n n n n n n n n n n.





( el mural de la foto lo pintaron los chicos de 4to grado de la Escuela Nº 25 - Bandera Argentina, en el barrio de Retiro. Esta actividad estuvo coordinada por las chicas de Cardo Ruso, con las cuales tuve el enorme placer de trabajar )



8/9/09

teatro para todos!







El teatro es poesía que se sale del libro para hacerse humana.
Federico García Lorca

Este experimento llamado Textuales Palabras es el resultado de un año de entrenamiento en el estudio teatral Oeste, que abre sus puertas tres viernes de septiembre para invitarlos a participar de ese dispositivo fabuloso que es el teatro. O mejor, como dijo Peter Brook, esa maquinaria que nos permite saborear un pedacito de verdad, así como trepar y descender por las escalas de la significación.



¿Nos acompañan?

Los Oestes.




4/9/09

me dijeron que en reino del revés...





Lo cierto es que ese jueves ella se despertó y vió a través de la ventana que Buenos Aires no era la Buenos Aires de siempre. Más bien Venecia. Todos los edificios delimitaban la superficie del agua. El cielo era una cosa palpable, asfixiante de color gris oscuro y rayado como una cebra que seguía estando arriba, sin embargo, la tierra brillaba por su ausencia. Pero ¿y cómo hacen los autos y los peatones para andar por el cielo?, ¿es que al final la vida era mejor allá arriba? se preguntó. Se refregó los ojos una y otra vez. Y volvió a mirar. Y nunca pudo ver a su ciudad tal como había sido.



fotito: María Paula Schlosser