Mirada cómplice

En cada uno de los hombres que elijo busco la impronta de sus gestos, sus manías, sus razones, sus formas.
Ese señor de enormes ojos celestes como el cielo. Ese al que todas mis amigas miraban admirando su hermosura. Ese que lloró cuando terminé la facultad y al que en tono de broma todavía le reprocho la llegada tarde al vals, el día de mi fiesta de egresados.

Ese que une las puntas de los dedos de sus manos sobre la mesa después de comer, ese que grita cuando cree que está absolutamente convencido de que el mundo es del color que él lo ve.

Ese que se pasea orgulloso con sus tres mujercitas, satisfaciendo sus caprichos, paciente escuchando sus mil aventuras, dejándose adorar con sus halagos. Ese hombre escaso de palabras y generoso de abrazos. Esa ocurrencia inesperada, ese despiste, esa incógnita siempre presente. Ese corazón robusto y valiente.

Ese que me transportaba sobre sus hombros de pequeña. Ese árbol resistente que me protege de las tempestades. Ese castillo gigante es mi papá.
El que siempre será el hombre de mi vida y yo, la niñita que se acurruca en sus brazos como una pelotita azul.
Feliz cumpleaños….