Yo que te quiero contar todo lo que tengo acá adentro, apretujado en el corazón, te cuento un cuento y dice así…
Azul era una muchacha rubia de ojos pequeños y celestes que había llegado a ser grande y todavía no sabía bien que quería ser, y eso la preocupaba tanto que no la dejaba dormir por las noches. Estaba segura de que no quería ser enfermera, ni abogada, ni arquitecta, sí sabía una cosa: le simpatizaban mucho los niños. Deseaba, con todas sus fuerzas, hacer los más felicies. Pensando, buscando y experimentando descubrió que una buena forma de estar cerca de ellos era contándoles historias. El problema era que a Azul no se le ocurría como hacerlo. Había visto a otros contar, acaparando toda la atención de los más pequeños dejándolos congelados y con las bocotas abiertas pero ella misma hurgaba y hurgaba y no encontraba adentro de sí historias interesantes, hasta llegó a pensar que las palabras habían armado un complot en su contra y se lo hacían a propósito, se le inmiscuían a través de los huecos y hasta parecía que tenían alas para volar y por eso le era difícil atraparlas…
Fue un día, entonces, que se levantó con ganas de jugar con un niño que miró hacia bien arriba le preguntó al cielo:
-Cielo, cielito, tu que eres inabarcable, tan claro como enigmático, ¿Me puedes contar alguna historia para que yo le cuente a los niños?. Cuéntame cómo las nubes se disponen entre sí formando dibujos que adornan tus paredes, cómo cuando el sol se pone a charlar con la luna te cambias el traje para ponerte ese vestido tan bonito!, cómo cuando se produce un choque de nubes te pones tan triste que le mojas a los hombres todos los sombreros, de los colores que visten tus cabellos después de la lluvia, de tus negruras, de tus lamentos…
Pero el cielo estaba tan ocupado en una reunión con la luna y las estrellas decidiendo quien iba a jugar con él esa noche que nisiquiera escuchó a Azul…
Entonces Azul siguió su trotecito por el bosque cuando se topó con un paraíso de eucaliptos. Se acercó y le preguntó a los árboles:
-Arbolitos míos, frondosos y sabios, cuéntenme como es vivir amarrado a la tierra, sin poder moverse de un lugar a otro, cómo es cobijar a tantos pajaritos en sus brazos, brotarse de ramas en otoño, poblarse de flores en primavera, cómo es ser árbol…
Pero los árboles estaban ocupados conversando con las palomas y ayudando a sostener sus nidos que le contestaron:
-No podemos ahora, tenemos asuntos más importantes que resolver que tus historias.
Azul puso cara de decepción y siguió caminando, cada vez más desanimada, con la cabeza gacha hasta que se topó con un arroyito de agua fresca. Se detuvo a refrescarse las mejillas con agua y entonces al ver reflejada su cara en un espejo dijo:
-Arroyito, tú que vas y vienes incansablemente y dejas jugar a los niños con tus vaivenes y guardas peces de los más bonitos colores en las profundidades y dejas que las algas y juncos se enrosquen en tu superficie, cuéntame como es tu vida, ¡necesito conocer tus historias!.
Pero el arroyo estaba tan entretenido transportando una canoa con hombres que no dejaban de remar haciéndoles cosquillas en la panza que casi no oyó a Azul.
Ya era de noche cuando Azul cansada y triste regresó a su casa sin ninguna historia para contar, se sentó en el sofá al lado de Felipe, su gato montañés y se puso a darle vueltas a su cabeza calesita...
No era que ella no había vivido cosas, ¡vaya si las había vivido! ¡De todos los colores y todas las intensidades!, había vivido en muchos lugares distintos, había andado en barco, avión, colectivo y bicicleta por mares y montañas, tenía amigos de todas las edades, bajitos y altos, gorditos y flacos, que habían nacido en países distintos, se había enamorado un montón de veces, habían tomado de la mano y la habían besado de doscientas distintas formas, había llorado hasta llenar bañaderas de agua y se había reído tanto que le habían dado terribles dolores de carretilla y de panza. Entonces fue ahí cuando se dioócuenta que tal vez era posible convertir todo eso en un cuento divertido o emocionante para un niño. Solo tenía que ponerse a trabajar. Y así fue como lo hizo. Tomó lápiz y papel y escribió tanto que casi completa un libro en una mañana. Y cuando lo hubo terminado salió en busca de los niños.
Contando sus propias sensaciones, sus sueños, sus vivencias fue que Azul llevó a los más pequeños a vivir en mundos mágicos y nuevos, llenos de emociones, ilusiones y deseos. Estuvo tan pero tan cerca de ellos y fue tan pero tan feliz que ya nunca pudo dejar de contar cuentos.
Y colorín colorado, este cuento se ha terminado…
3 comentarios:
Impecable el cuento!!!!!!!!
Parte de esta experiencia tiene que ver con "Lily" verdad?. En la foto se los ve atrapados por la narración a los niños... Felicitaciones!!!
Hola, nena, qué yal las vacaciones?
un cuentazo!!!
saludos desde el chiquero
Jaja,
me da risa porque cada vez que entro me sorprendo para bien y tu talento escribiendo crece...
me gusta mucho este relato...y que estas vacaciones te sienten muy bien.
Un abrazo gigante
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