23/7/10

remerita, la canción sinfin











... y quizás fue ese despilfarro a pata amarrada de cuerdas y rocanroles, ese hurto indiscriminado de sombras que le hicieron a esa noche fría de junio con tonada, ese aluvión de imágenes como serpentinas distrayéndose sobre los fideos y el humo lavando las miradas, lo que la llevó (a ella) a confesar algo que debió haber sido terrible para que el ícaro escupiera sus  alas chinas en un acto tan escandaloso como inaudito y se quedara dormido de un santiamén con su traje despampanante puesto sobre su película francesa predilecta (la de ella), emitiendo seguidamente sinfonías líricas de un selecto repertorio por ese orificio que comúnmente las aves destinan al canto y al beso, negociando sigilosamente con el tiempo una agujita más de párpados sellados en su cielo adoquinado de guitarras-amantes, abrochándosele (a ella) y otro poco a la frazada con disímil sutileza en un abrazo del cual ella considera ahora todavía conveniente, nunca más despegar el cuerpo. Ella debió haber asustado con su nuevo traje de arlequín al ícaro para que él se niegue (en la práctica) a atestiguar a favor del roce magnífico de los picos, remedio exquisito para aliviar malas intenciones de pájaras ingratas y de malos agüeros, ignorando su preludio con esos resquicios de negativos humanos que le habían quedado en la memoria fotográfica de aquella otra vida donde hasta un nombre de payasa él había inventado para ella...

16/7/10

no apto para vegetalianos




un domingo cualquiera en la feria de mataderos...

1/7/10

disco rígido



Necesito con urgencia liberar espacio. Los cuencos donde se sumergen mis ojos, ese hueco lo quiero vacío. El surco ancho debajo de la lengua. Las grietas donde empiezan a dibujarse los labios. Las ranuras ínfimas a los costados de la nariz. Toda la cavidad laberíntica de mis orejas. Cada desliz. Paralelas, oblicuas. Los hoyos donde se insertan cada una de las raíces de mi cabello. Y más hondo. Las sepulturas de mis huesos. Las fosas que trazan los pómulos. Los vértices donde se unen los maxilares. Necesito toda la superficie de mi rostro llana. Que exista un mecanismo a través del cual lo viejo dé paso a lo nuevo sin siquiera


tener que derramar


un espacio liso para que se perpetúen allí los esbozos de todos los millones disímiles sentires. Necesito bajar de un manotazo (con furia) la pila que forman uno sobre otro y otro sobre uno desafiando a lo alto el cielorazo del corazón. Que los acontecimientos sean por una vez

efímeros 

y que soltar

deje de ser un verbo y sea una acción

Que se revele una vez en la superficie de mi rostro la radiografía de mi corazón. Que no haya que tomar el cuerpo de prepo para meterlo adentro de un vagón de tren. Que no haya que darse cuenta. Ni darse vuelta. Que no haya monte detrás. Ni calles con grietas por donde se filtre el pasado. Y que no haya. Necesito que haya nada.
Empezar a escribir en hoja limpia

siempre de nuevo

desde el principio
y que haya espacio

libre.