31/8/09

tratamientos faciales



mi cara visitada por burbujas rimbombantes

mi cara con los ojos brotados de luciérnagas

mi cara con una lengua de yaguar que se guarda todos los dientes

mi cara como un tren que viaja liviano por tus genitales


mi cara como el accidente de la belleza de los sauces

mi cara abominable en la celebración de la vejez


mi cara como un martillo que rompe nueces

mi cara en la descompostura de mis singularidades

mi cara antipando tu nombre como el rugir de un manojo de llaves

mi cara con la transpiración del agua bordeando la nieve

mi cara en la saturación del rojo etílico de mis labios

mi cara como un ordenador de aplausos y ademanes y expresiones

mi cara como el cartílago de un perro rabioso chorreando

mi cara como el motor de la alegría del niño con la rayuela

mi cara como la gaceta en blanco y negro de un espectáculo circense

mi cara como el cronos de tu músculo endureciéndose

mi cara como la prohibición del mar

mi cara como el hueso seco que se astilla finamente

mi cara como el descreimiento de la vida sin fin

mi cara como una brizna que se perpetúa en tu cintura

mi cara en la inverosimilitud del amor repetida en los halagos

mi cara vomitando sobre el cielo metálico

mi cara en la última frase que a sabiendas viene sin ser brillante.

19/8/09

Miss Carrusel




Miss Carrusel es un felino extraño. Su sueño más excéntrico es salir en la tapa de la Rolling Stone. Se enreda con los cables de la guitarra. Conversa con el espejo, mira su cola y llora lágrimas de cocodrilo. Come como un pajarito, cuando no fallece de hambre. Le pide disculpas a su dios por detestar a su dueño. Recita poemas de Marosa, mientras a su lado pelan berenjenas. Miss Carrusel es un felino depravado que se masturba pensando en un ratón. Lee de corrido el prospecto del ansiolítico pero no se lo toma. Orina sobre unas botas de cuero de vaca y se mata de risa. Escribe notas en la heladera de cosas que oye en la radio y que nadie lee. Se muerde la lengua mientras se cepilla el pelo y estornuda todas las mañanas al menos cuatro veces cuando olfatea Glade de lavanda. Miss Carrusel es un felino muy instruido que en las esquinas conversa con otros gatos acerca de la redundancia en el rock nacional, del calentamiento global y de las posibilidades culinarias de los gorriones. Tipea en la computadora con sus uñas largas aforismos horribles acerca del amor y la existencia. Maulla de noche sus ínfimas desgracias: no tener la opción de emborracharse ni de sentarse en la butaca de un teatro, sin embargo agradece los beneficios de los techos y la multiplicidad de vidas. Mis Carrusel es un felino audaz que infringe las reglas de tránsito y se cola detrás de un peatón prepotente cuando el semáforo está en verde. Miss Carrusel es feliz pero siente culpa porque sabe que no es una gata como cualquiera y saber en estos casos, es para peor. Escucha la Zamba de mi esperanza, pero quisiera poder montar una bicicleta, se aburre de sus colores y nunca mira televisión. Deja que la besen en la frente, mete la cabeza adentro del plástico con bronca y cada vez que tiene algo ya no lo quiere. Miss Carrusel es una gata histérica mientras abraza a su panza llena de bichitos. Ellos no entienden, piensa. Traga saliva, se acalambra, suspira. Estoy loca, se consuela. Mira el cartel fileteado del bar de la esquina, se tira debajo de un tren y después dice que lo siente. Se queda horas mirando el hilo de humo del sahumerio, corre y transpira hasta el 26 y nunca se sube. Rompe un vaso y no pronuncia amén. Camina de coté, renuncia a sus posibles siestas gatunas y duerme en el sillón de felpa. Se cepilla los dientes, hace contorsionismo, bebe licores imaginarios, se viste con la madreselva, tirita de frío, se suicida con la bufanda y no vuelve a nacer sino es viernes.


12/8/09

en voz alta



La sutil musicalidad del presente
La negación de mi nombre
Todos los días aprender a mirar el sol
Amar de nuevo lo viejo
Despilfarrar la alegría en un archivo de Word
Y confiar, como sea…
No sentirme ajena a la vida
nunca
nunca más
Y que la imprevisibilidad me cachetee
y jamás dejar de ser amable
Andar con la sensación del viaje pero sin irme
Y que las faltas huelan a desperdicio
Mojarme los pies en la luna
Y arrimarme a más puertas cada vez
Darle la bienvenida
a la presentación de la duda
Y aprender de la soledad
para ser catadora de domingos
Hurgar razones entre las piernas
para no encontrarlas
Y edificar castillitos en las fronteras del sexo
Y dejar que el polvo ruede y ruede
hasta pulverizarme por dentro
Entregarme al anuncio de la escena que vendrá
y gritar
y gemir
y decir en voz alta
lo merecía
Imaginar tres tipos de declives para el sol
Y bebérmelos con la lengua pegada al vitraux
que por fortuna tengo lengua
Y arrinconarnos los cuerpos contra los marcos de los cuadros
y agradecer
y elegir
y lo que es más difícil defender
Jugar al amor con la nariz puesta
Hacer el amor sin la nariz puesta
Descubrirme el talco de los ojos
No buscar más allá
si todo lo que necesito está acá
Y sos una mujer
que gusta de permitirse
ciertos escándalos:
quebrarse en el medio del cine
y nadar desnuda en un vago lamento del río
y darse cuenta que pasar por la existencia
no es más que vivenciar el silencio acaso
Destilar la conciencia
Cerrar los ciclos con llave
Y asumir el compromiso
de la literatura
antes de que se me prohiba la palabra.




Este es mi manifiesto en respuesta al desafío de Tincho. La consigna era escribir un texto con las palabras vida, sexo, viaje, cine, amor y literatura. Espero no haberlo decepcionado. La máxima sería: "Todo lo que parece sencillo en principio puede complicarse después". En esos casos, asesinar al dedito censor siempre es una alternativa potable. Al fin y al cabo, la poesía no se juzga. El que quiera tomar la posta, adelante!.

10/8/09

preguntas que me hago en la cola del supermercados





¿Por qué no hay chinos narigones? ¿Será que ven las cosas a la manera de sus ojos rasgados?


¿Por qué a la gente le gusta tanto hablar de sus desgracias y siempre que lo hace empieza con la frase “no sabés lo que me pasó”?

¿Tener el celular mirando para abajo y con el volúmen bajo es sinónimo de trampa?

¿Por qué en el transporte público la gente habla tan impúnemente por teléfono?

¿Por qué los albergues transitorios tienen nombres de helados y postres?

¿Por qué los gallegos le llaman cubos a los baldes cuando son redondos?


¿No es una paradoja que en una plaza de Barracas haya un cartel que diga “Prohibido jugar a la pelota”?

¿Será que me canso más rápido porque tengo cuerpo chiquito y el mundo me queda muy grande?

¿Por qué hago cargo a los animales de mi pobreza lingüística a la hora de descargar mi mala fortuna?

¿Por qué cuando el control remoto se está quedando sin pilas aprieto más fuerte los botones?

¿Por qué cuando hablo del amor me pongo colorada?

¿Por qué me dan más ganas de tocar todo cuando veo en un negocio un cartel que dice “No tocar”?

9/8/09

azules turquesa



Girar y girar envuelto en tu cuerpo
De tu luz que da azules turquesas
El viento traerá de frío mi río
Y los días van, otoño invierno
Una flor caerá desdibujándote
No sabré explicar que amarte es esto
Ya sabés mi amor, busco mi canción
Sin querer me voy, sin mirar me voy.

Lisandro Aristimuño


5/8/09

cambio de estación








De pronto llegó el invierno y con él, las ropas de abrigo poblaron las vidrieras de la ciudad. Él la veía a la distancia, a través del vidrio, imaginando cómo sería caminar juntos, rozar su textura, acariciar su perfume. Ella disimulaba su interés, pero sentía que la vida le sonreía cada vez que la persiana de metal ascendía regalándole la imagen de su amado. Comprendían que el mundo era de ellos desde que el azar los había instalado frente a frente.

Él, pullover negro de cuello alto, muy abrigado. Ella, campera de Jean, botones dorados y cuello blanco. Hacía días que cruzaban miradas sin decir palabra. El destino quiso que a él se lo llevaran primero, en una espantosa bolsa de cartón. Ella vió como su mundo se derrumbaba. Sus sueños de compañía y de abrazos de lana se rompían en mil pedazos ante la vista de aquel maniquí desnudo, sin ropas. Pasaron los días y a ella también le tocó partir. Pero se la llevaron puesta sin oír su llanto.

En un café el destino los volvió a reunir. Ella, espléndida, como nueva, sobre el respaldo de un asiento. Él, lleno de energía, movedizo, inquieto, sobre el cuerpo de un extraño. Él se acercó y le invitó un trago. Ella no supo decir que no. y charlaron horas recordando viejos tiempos. Él pagó la cuenta y caminaron juntos hasta su casa. En un impulso desbocado compartieron la noche desparramados sobre la alfombra. Él la abrazó hasta el amanecer y ella se desmayó de amor sobre sus brazos de lana.

Dos meses más tarde ya compartían ropero. Él encontraba la forma de colarse en una percha, hasta llegar a su lado y rozar su frescura.
Fueron juntos a innumerables fiestas y paseos. Incluso un día nadaron juntos en la rueda de diversiones llena de espuma.

A los cinco meses llegó el verano y ellos ya no salían tanto. Ahora duermen juntos en una antigüa caja de cartón. Uno plegado sobre el otro, en un abrazo cálido y oscuro. Y sueñan juntos que salen de paseo por el parque, cuando vuelva a despertarlos el próximo invierno.





N de la R: Este cuentito es un regalito para el día del niño, de Juan Sasiaín.









4/8/09

warning




Ahí andan los que no logran conciliar el sueño, como fantasmas, descontentos con la vida que les tocó en suerte dicen ellos, sin una gota de pasión, descoloridas sus risas, agotadas sus posibilidades de imaginar.
Ahí andan los que creen que la ilusión y la fantasía es exclusividad de los bohemios, que llevan las cuentas de todo lo que gastan, que no gastan un segundo de sus vidas oyendo la melodía del silencio, que lo llenan todo con palabras para no tener que dejar traslucir sus pensamientos, que no confían en nada que no se pueda ver ni tocar.
Ahí andan los que descreen del arte por ser metódicos y previsibles, los que nunca están listos para la sorpresa ni para los imprevistos cambios de clima, los que cantan solo cuando están enojados, los pulcros, los disciplinados, los correctos, los que jamás olvidan nada, los que viven la vida por televisión.
Ahí andan los calculadores, los religiosos, los fanáticos, los que temen desnudarse, los que jamás andan descalzos por miedo a resfriarse, los conscientes, los previsibles, los categóricos, los obvios, los moderados, los conformistas, los que compran cosas porque no saben qué hacer con el esqueleto ni con los espacios ni con el pensamiento.
Ahí andan los mediocres, los prolijos, los gobernados. Ah… pobres, si supieran que van a morirse! Simples mortales!
Te los encontrarás en la cola de un banco suspirando de furia porque tienen que esperar, en la escalera mecánica de un shopping o en el cine viendo una película americana, en el hall de tu edificio, comprando el diario, en un bar de Palermo o en la boda de tu mejor amigo. Andan por cualquier lado, todos visten y huelen igual. En invierno se quejan del frío, en verano del calor, muchos de ellos están especulando cuánto subirán sus acciones en la bolsa mañana mientras sus hijos se emborrachan en la esquina del colegio.