23/4/10

por venir




he dicho 

          no dedicarle a ese pedazo de cemento
          ni una miserable partícula acuosa
he dicho 
          avanzar
          con el mentón hacia las nubes y no volverme hacia atrás
                  nunca pero
                  nunca más
he dicho 
          no al juzga                    
          (miento)
          no al desplaza
          (miento)
          no al reitera
          (miento)
he dicho 
dar dos vueltas de llave y nada entreabierto
beber un sorbo apenas
y
desinflar
    desinflar
         desinflar
               desinflar
poner punto y a parte
y después crear
un nueva letra
de un alfabeto distinguido y propio
(con mayúscula imprenta)
darle cabida
al vecino desconocido
a esa sutil marca de horizonte que se empecina
                                            todavía en la mañana
a esa palpable energía que desde la tierra nace
para ser moldeada a tu parecer
confiar y arremeter
(desde la cintura para abajo)
que es por donde mejor se deja
el porvenir que se avecina.


21/4/10

soltar








Hace dos años entré a este lugar por vez primera. Tenía una valija y un miedo tan alto como esa palmera. Ojalá la fotografía pudiera captar aunque sea una milésima parte de lo que los muchos ojos ven cuando entran a Yatay. Paredes históricas. Ventanas de vitraux. Escaleras larguísimas. Pasillos interminables. Un barrio entero adentro de una sola dirección postal. 29 vidas distintas alrededor de una misma palmera. Un portero que jamás funcionó, la historia más violenta y oscura que mil veces me violentó y la impotencia de no poder denunciarla. Esa vez primera debí intuir que no me iba a ser fácil salir. Ahora lo sé. Esa palmera era una trampa.

18/4/10

experiencia Bafici

I


Sol radiante. Pensás que es un delirio meterse al cine. Vas a ver Hacerme Feriante. Un documental sobre el gigantezco mercado ilegal, La Salada. Uno de tus yo te dice no lo creas y el otro te dice sí, tenés que creerlo. No está sucediendo en tu mundo onírico sino en el mundo real. Ese mundo concreto de las cosas tangibles que el común de la gente percibe. En ese lugar insoportable que normalmente aborrecés cuando el precio del tomate sube o no tenés monedas para subirte al 36. Está sucediendo en tu ciudad. Te acordás del año pasado, la tarde en que a causa de una de tus tremendas distracciones, caíste a ese lugar. En ese colectivo trucho que te llevaba a Córdoba al casamiento de tu amiga más concheta. Te acordás de las vueltas que diste por esos pasillos, como un pajarito extraviado. Te acordás del loro que vendían a cincuenta pesos. Te acordás de tu pregunta estúpida. ¿El loro está a la venta?. Te acordás de la campera adidas trucha que te compraste. De la culpa que sentiste. De la bronca. De la incomprensión. Del enojo. Idénticas sensaciones a las que te atraviesan ahora sentada en esa butaca. Sentís olor a rancio en la sala del Hoyts. Un hedor fuerte. Algo se está pudriendo. Intentás trascender los lugares comunes. A ver que hay debajo de la supericie. Analizás los recursos audiovisuales. No era necesaria esa toma cuatro veces.
Si yo fuera uno de ellos,  no le creería a ese abogado de traje y corbata prometiendo "garantías". Si yo fuera uno de ellos. Pensás. Lo malo de los documentales es que no podés consolarte creyendo que ahí el sentido es una construcción, una mirada poética de la realidad.  La vida lisa y llanamente en una porción de Lomas de Zamora, es eso. Por un momento estás en Bolivia, la butaca es un asiento de colectivo y una chola se te sienta al lado  con una bolsa llena de legumbres aceitosas y escuchás anunciarse el destino Potosiiii, Potosiiiii a boca de jarro, en la terminal. Lo mirás a N sacándole el tallo a la hoja de coca, cagándose de risa. Y te reís. ¿Los quiero o los odio?, ¿Cómo carajo pueden vivir así?. Los feriantes no dejan de decir queremos trabajar. ¿Qué hicimos mal?, te preguntás.
Salís del cine absolutamente indignada. Pensás ESTO SE FUE AL CARAJO.


II

Das tres vueltas alrededor de la manzana que encierra al Abasto. Hay peruanos por todos lados. Anoche también estuviste ahí. Y no viste a tantos. Te sentás en la escalinata del shopping. Una hilera interminable de intelectualoides con peinados y sacos raros caminan con el programita celeste en la mano. Esta ciudad es muy careta y muy cosmopolita. Pensás. Y mientras te cruzás con Alejandro Orlando, el de Los Modernos. ¡La vida es una tómbola!. Excitada, le decís que anoche fuiste a verlos y que son muy buenos. Contesta gracias pero piensa que está aburrrido de escuchar la misma frase por enésima vez.


III

L manda mensajes puteando al colectivo. Sabés que no va a llegar y eso un poco te molesta. Pero como a vos te pasa a cada rato te resignásEntrás a ver la película sorpresa. Te quedan libres las tres primeras filas. Dudás. Pero te sentás. La atmósfera es otra. Harto diferente. Un halo de luz te abre las pestañas de los  ojos. Viene desde la pantalla. Ahora estás sentada al lado de esa mujer que podría haber sido tu abuela. Las arrugas siempre te llamaron la atención. Pensás. Quiero ser vieja. Y saber todas esas cosas que ella sabe. (Y todas las que tu abuela supo y no te pudo decir). Esa mujer sabe y no porque es la traductora de todos los libros de Dotoievsky. Sabe porque capitalizó. Supo aprender. El hombre se pasa la vida luchando a favor de la autodeterminación. La libertad. Escucha a tu voz interior, contra todas las opiniones y contra todo lo establecido. Lo único importante es hacer lo que querés, dice. Nada del otro mundo y sin embargo. Te acordás del mail que te mandó N en la oficina el jueves que renunciaste: - loca,  tenés que estar muy orgullosa, fuiste fiel a vos misma y eso es muy valiente. Autodeterminación. Pensás. Y te vas. Salís del cine sabiendo que aprendiste algo. Te cayó una ficha. Caminás dos cuadras y una lluvia pesada y densa se estrella contra la tierra. Y en el medio del cielo y de la tierra, vos. Te mojás. Y pensás en M chorreando y feliz diciéndote como esa noche:  -No pasa nada Euge, es agua.





15/4/10

atorados



 










- Pará che, dejá de empujar.
- No soy yo, es el de verde que viene al fondo.
- No se puede viajar así. Vamos como ganado acá adentro.
- Ya llegamos, quedan dos estaciones. En Gallardo nos bajamos.
- La próxima vez me tomo un taxi.



10/4/10

cuerpo a través de

La respuesta es sí. Desnuda. Y sí. Soy audaz. ¿Era eso lo que querías saber?.
Le contestó al chico de la remera rayada.
Al principio la exigencia de quedarse quieta le resultaba engorrosa,  se acalambraba mucho, pero con el transcurrir del tiempo aprendió a disfrutar del desafío.
El día que posa es un día especial para su cuerpo siempre. Lo estira, lo masajea, lo limpia. Como si fuera un felino. El cuerpo se hace evidente. Sucede que ese día debe acordarse  que lo lleva puesto. Recién pasado un mes incorporó el concepto de quietudSe aprendió en la quietud. Se encontró. Entendió como cada hueso se unía a otro a través de un encastre. Y así con cada músculo y con cada capa de la dermis,  con cada cabello que colgaba sobre el hombro. De qué estaban compuestas sus partes. Entendió su cuerpo como una maquinaria. Y supo que el movimiento es irrepetible. Somos como marionetas dirigidas por la mente, se dijo. Cuando desarmaba una postura y luego quería volver a quebrar la cadera tal como estaba no le era sencillo. La repetición. Trazar trayectorias con los miembros. Girar. El escorso. Crear ángulos por donde puedan verse las sombras. Y ser una forma, líneas perpendiculares, que convergen o tienen puntos de fuga. Un simple dibujo para los otros. No es María, dice Renate. Hagan como si ella no estuviera. Dibujen el gesto y sean capaces de captar que es lo que ella está haciendo, hacia donde se dirige su mirada para que cuando vuelvan a ver el dibujo puedan reconocerlo. Mírenla. No miren el papel. Miren su nariz. Miren su expresión. Miren como las piernas sostienen el cuerpo. Donde están sus puntos de apoyo. Cómo hacen fuerza sus codos. Dónde hay tensiones. Dónde hay relajación Es el cuerpo en tiempo presente y a la vez el presente es un tiempo contínuo detenido. Tardó lo suficiente  en mostrar una postura abierta. Al principio la mirada siempre se dirigía hacia abajo. Se escondía. Se acurrucaba. Se protegía, como si protegerse fuera una opción cuando se está así de expuesto. Hasta que un día abrió el pecho. Abrió la mirada. Y dijo todo lo que tenía para decir. Y salieron plumas. Y salieron lanzas. Y salieron ríos. Y salieron sonidos inaudibles. Y salieron verdades. Y el pelo brilló. Y las pupilas se quedaron sin velos. Y desde ese momento el cuerpo en la lucidez dejó que millones de tornillos se enroscaran y se desenroscaran incesantemente. Estando quieto la revolución es intensa. La mente se incendia. Y la resistencia es feroz. Y las ideas saltan a la vista. Estar desnuda frente a los demás es estar conectada con la percepción de la materialidad de tu cuerpo y transmitirla.

7/4/10

abra cadabra















En San Telmo suceden sin duda hechos milagrosos. Lo supe desde el primer día en que puse mis pies en el adoquín. Y sino ¿cómo se entiende que Carlitos haya aparecido el sábado a las cuatro justo ahí para robarle una manzana envenenada a una nena?. Como diría Gelman: "Hay que confiar en los misterios".

4/4/10

visita de domingo a las seis de la tarde










Tenés que saberlo. Hoy fui a buscarte. Con determinación. Estuve en la vereda de enfrente de tu casa. Justo en tu campo de visión. Le hice un cerco a tu balcón con mis empeines en forma de ve. Me dolía respirar. Pero así y todo me quedé. La luz estaba prendida. Yo estaba encendida. Impostada frente a esa reja. Esperé a que creciera como un brote por abajo o por algún costado, un pequeño milagro. La casualidad. Me prometí: voy a estar acá el tiempo que sea necesario. Estoy aguardando a que pase ese algo que te conduzca impulsivamente al balcón. No voy a moverme de esta baldosa. No importa el frío. No importa el viento. Importa que estoy al lado de un árbol, quizá con él, los dos con una idea incrustada en la cabeza y un deseo asfixiado en el corazón. Lo tengo ahí apretado con una cinta de polar violeta hace más de veinte días. Las tres personas que pasaron delante de mí dudaron, conjeturaron, ojearon y se justificaron. Tenés que saberlo. Fui a atropellarme con tus ojos almendra. Con tus erres. Si, las erres que pronuncias mal. Fui a meterme dos o tres en el bolsillo de la bandolera para los próximos veinticinco días. Fui a mostrarte mi corte de pelo. Fui a devolverte la película que me prestaste. Fui a escuchar que lo dijeras. Que pronunciaras esa frase que a mi me va soltar esa gelatina de la cinta y la va a dejar volar. Tenés que saberlo. El tiempo suficiente para recordar la vida sin mi se acabó hoy a las seis de la tarde. Quiero volver a darme la cabeza contra la pared del mueble de tu cocina. Quiero ver mi foto en blanco y negro sobre la de Adolfo. Quiero encandilarme con tu heladera roja. Pispear la penumbra que se traza como una hoja de laurel y asoma en la persiana blanca. Quiero dedicarle un parpadeo al atrapasueños mientras cuelga y decir SI cuando una partícula de aire se cuela entre las plumas. Tenés que saberlo. Tengo pendientes. Y lo detesto. Un golpe más para sentir que mis pies penden de una púa. Derramar los aullidos bajo los paños. Cocinar pan casero. Recortarnos el sueño y fundirlo en una tostada con manteca. Necesito la sequedad blanca de tus dedos. Tus nunca saber nada. Tu cuerpo raquítico. Tus pantalones lánguidos. En un beso lo que queda de veneno. Y que se abra la puerta. Tenés que saberlo. Hoy fui a buscarte. A las seis y cuarto era yo quien tiñó de verde las nubes del cielo. Era yo a quien te quitabas a manotazos del pincel. Era yo quien anunciaba la densidad de tus movimientos. Tenés que saberlo. Fui a buscarte porque extraño que. Fui a decirte que. Y a morderte. Y a preguntarte si. Y después llevarte a. Hoy a la tarde aguardé a que saltaras como un loco del balcón. Te conté el cuento del globo azul. Frunciste la nariz como un poroto mojado en la parte que Luisa se mira al espejo y se encuentra una cana. Y a mí el corazón se me fue disparado como humo. Abrió las alas y salió volando.