13/3/09

DELIRIO DE POETA





Voy a decírtelo. No me importa otra cosa que decírtelo. Pero tienes que entender que sino te miro a los ojos es por ellas, las palabras. Se me regalan con la premura de la luz, corretean alrededor de mi boca, me interpelan con vehemencia. Tengo que extraerlas de las cortezas de los árboles, buscarlas en la textura áspera de los tejados, degustarlas en lo amarga savia de las hojas, divisarlas en los filos de las nubes, atraparlas en los aleteos de las mariposas, de la indefinición en los colores de la lluvia, posan sobre los tallos de las amapolas…
Sabrás entender, cuando hablo, ellas me buscan de una forma… que no es sencillo decidirme por unas. Ceder ante los deseos, los cuerpos imponentes de unas y la determinación de otras, dejar de oler el vaho a madera, tabaco, naranja, de unas para entregarle mi nariz a los perfumes de otras. Establecer un contrato poblado de cláusulas que las conduzca a mis labios, morderlas, saborearlas, chuparlas, escupirlas y olvidarme para siempre de las que quedaron vagando por el aire. Ignorarlas en su especie y su orígen, en su cualidad, en su fuerza, en su espíritu.
Sé paciente. ¿No ves que estoy metida en un cortejo con ellas?. ¿No ves que mis pupilas se están empachando de colores?. ¿No entiendes que estoy dedicándome por completo a ellas? ¿Qué estoy siendo tomada por un asalto de la distracción? ¡Que si te miro las pierdo! Se esparcen por los campos, voluptuosas, quisquillosas, frondosas, azarosas, floripondiosas como osas…
Permitirme entrar en este mismo juego, ¡es justo ahora! Y no es que no quiera decírtelo. ¿Qué si me tienes? ¡Por completo! ¿Qué si estoy cerca? ¡Más no podría estarlo! ¿Qué si te quiero? ¡Cómo se te ocurre preguntármelo!. Pero no es así como se me ocurre entregarme a vos. No es al menos del modo que todos lo hacen. Debo tener precaución. No es intrascendente esta misión, mucho menos urgente ni explicable nadar en este mar salitroso de palabras, tener que despegármelas de las cejas, quitármelas de entre las uñas de los dedos. ¡Deja de torturarme con la expresión de la impaciencia!. ¡Que no me pongas a entre la espada y la pared! ¡Les adeudo todo!. Me desnudo ante sus órdenes y sus melodías, porque a ellas debo mis insomnios, mis honores, mi existencia, mi plenitud y mis minutos…
Y te lo diré, ten la calma que se requiere para la espera, que con o sin tus ojos en mi frente, te lo diré…




3 comentarios:

Javier Pallero dijo...

El delirio del poeta es el juego de sus sentires, es su respiración.

Es un vicio que no puede dejar.

Que bello es que nos sepamos poetas y locos...por supuesto, enamorados.

Un abrazo!

María Gabriela Costigliolo dijo...

Bellisimo, sigo encontrandome en cada una de las palabras que a vos te persiguen ... un beso

poli dijo...

bello, muy bello lo que escribiste...me robo varias sonrisas y suspiros que me transportaron a otro momento.
besos!