5/3/09

Yo, argentina



¿Qué son cinco horas en la vida?. En mi país tramitar un pasaporte te lleva el tiempo de una jornada de trabajo completa.
Una señora me dice en la cola que ocupa más de media manzana: -
Es la tercera vez que vengo. Pero hoy está peor.
Pasados los cincuenta minutos, un señor mayor de chaleco beige, le pregunta a otro de remera verde, que está delante mio, cuanto tiempo nos llevó estar en la puerta. -Media hora, contesta optimista.
Una vez adentro nos dan un formulario para completar. El mismo tiene un número. El mío es el 793. Me siento. La pantallita va por el 502. Ojalá pudiera ser tan optimista como el señor de verde.
Son las 3 de la tarde. Se gastó la pila de mi MP3. Olvidé a Zygmunt Barman sobre el sofá de mi casa.
El señor de beige está sentado cuatro hileras más adelante y conversa con un jóven. Pienso que debe tener muchas cosas para decir, como yo, como todos.
El las dice al tiempo que yo las escribo.
Una pareja de no más de treinta se sienta a mi lado con su pequeño niño de tres años. Los tres están vestidos con ropa de marca y son bellos para el común de la belleza.
Hay gente de todas las edades. Esta es la historia de la Argentina. Un país que quiere irse.

¿Por qué será que todos queremos irnos?
Ya falta poco. Pienso que tengo que hacerme la prueba del HIV. Pienso que en esta enorme sala somos todos iguales. No hay privilegios, igual que frente al HIV. Las cosas que nos equiparan. Pienso que muchos de los que están acá son buenos consumidores, como debe ser para esta sociedad. Tienen modernos celulares que usan sin parar.
¿Será que el matrimonio de atrás mio va a visitar a sus hijos a España?
La señora rubia a mi lado tiene más de cincuenta, está con el formulario sobre la falda y duda. Ya no sabe si es soltera o casada. Hace tanto que su marido no la toca…
La chica de violeta irá a Machu Pichu y una vez frente a las ruinas dirá que acaba de encontrar a dios. Algunos tienen que buscar muy lejos para encontrarse. Pienso que lo que espera a esta chica en su plato cada mediodía seguramente diere de lo que tiene en el suyo Dominga, mi vecina peruana que limpia casas por siete pesos la hora. Sin embargo, algo las sitúa en el mismo escalón. La chica se va a ir al país que Dominga dejó por un futuro mejor.
El tiempo pasa más rapido si escribo, igual que cuando hace frío.
Ya llegó mi turno. Me ponen un sello en el formulario y me conducen a otra sala más pequeña para tomarme la foto y las huellas dactilares. Otra vez la espera con el mismo número, van por el 615.
Una chica estudia biología a mi lado mientras me dice: -
Son las 5 de la tarde, tengo ganas de matar a alguien…
Pienso que a esta altura de la tarde yo ya soy un animal domesticado y hambriento. Cada vez hay más gente. Y me pregunto:



¿Cuántas de estas personas se irán para no volver?
¿Cuántas cruzarán el Atlántico?
¿Cuántas curzarán el Pacífico?
¿Por qué razón se van los que se van?
¿Tenemos el país que nos merecemos?

¿Yo tengo el país que me merezco?
¿Qué significa pelear?
¿Qué significa oportunidad?
¿Quién es más cobarde, el que se queda o el que se va ?





2 comentarios:

María Gabriela Costigliolo dijo...

yo no se las respuestas de todo eso.. pero me quedo con esta frase que me partio tremendamente el alma: " Algunos tienen que buscar muy lejos para encontrarse.".. te mando un beso y que bueno tu vuelta.!!!

Javier Pallero dijo...

Ah no!, no critiques nuestra bendita burocracia! Jaja...