18/4/10

experiencia Bafici

I


Sol radiante. Pensás que es un delirio meterse al cine. Vas a ver Hacerme Feriante. Un documental sobre el gigantezco mercado ilegal, La Salada. Uno de tus yo te dice no lo creas y el otro te dice sí, tenés que creerlo. No está sucediendo en tu mundo onírico sino en el mundo real. Ese mundo concreto de las cosas tangibles que el común de la gente percibe. En ese lugar insoportable que normalmente aborrecés cuando el precio del tomate sube o no tenés monedas para subirte al 36. Está sucediendo en tu ciudad. Te acordás del año pasado, la tarde en que a causa de una de tus tremendas distracciones, caíste a ese lugar. En ese colectivo trucho que te llevaba a Córdoba al casamiento de tu amiga más concheta. Te acordás de las vueltas que diste por esos pasillos, como un pajarito extraviado. Te acordás del loro que vendían a cincuenta pesos. Te acordás de tu pregunta estúpida. ¿El loro está a la venta?. Te acordás de la campera adidas trucha que te compraste. De la culpa que sentiste. De la bronca. De la incomprensión. Del enojo. Idénticas sensaciones a las que te atraviesan ahora sentada en esa butaca. Sentís olor a rancio en la sala del Hoyts. Un hedor fuerte. Algo se está pudriendo. Intentás trascender los lugares comunes. A ver que hay debajo de la supericie. Analizás los recursos audiovisuales. No era necesaria esa toma cuatro veces.
Si yo fuera uno de ellos,  no le creería a ese abogado de traje y corbata prometiendo "garantías". Si yo fuera uno de ellos. Pensás. Lo malo de los documentales es que no podés consolarte creyendo que ahí el sentido es una construcción, una mirada poética de la realidad.  La vida lisa y llanamente en una porción de Lomas de Zamora, es eso. Por un momento estás en Bolivia, la butaca es un asiento de colectivo y una chola se te sienta al lado  con una bolsa llena de legumbres aceitosas y escuchás anunciarse el destino Potosiiii, Potosiiiii a boca de jarro, en la terminal. Lo mirás a N sacándole el tallo a la hoja de coca, cagándose de risa. Y te reís. ¿Los quiero o los odio?, ¿Cómo carajo pueden vivir así?. Los feriantes no dejan de decir queremos trabajar. ¿Qué hicimos mal?, te preguntás.
Salís del cine absolutamente indignada. Pensás ESTO SE FUE AL CARAJO.


II

Das tres vueltas alrededor de la manzana que encierra al Abasto. Hay peruanos por todos lados. Anoche también estuviste ahí. Y no viste a tantos. Te sentás en la escalinata del shopping. Una hilera interminable de intelectualoides con peinados y sacos raros caminan con el programita celeste en la mano. Esta ciudad es muy careta y muy cosmopolita. Pensás. Y mientras te cruzás con Alejandro Orlando, el de Los Modernos. ¡La vida es una tómbola!. Excitada, le decís que anoche fuiste a verlos y que son muy buenos. Contesta gracias pero piensa que está aburrrido de escuchar la misma frase por enésima vez.


III

L manda mensajes puteando al colectivo. Sabés que no va a llegar y eso un poco te molesta. Pero como a vos te pasa a cada rato te resignásEntrás a ver la película sorpresa. Te quedan libres las tres primeras filas. Dudás. Pero te sentás. La atmósfera es otra. Harto diferente. Un halo de luz te abre las pestañas de los  ojos. Viene desde la pantalla. Ahora estás sentada al lado de esa mujer que podría haber sido tu abuela. Las arrugas siempre te llamaron la atención. Pensás. Quiero ser vieja. Y saber todas esas cosas que ella sabe. (Y todas las que tu abuela supo y no te pudo decir). Esa mujer sabe y no porque es la traductora de todos los libros de Dotoievsky. Sabe porque capitalizó. Supo aprender. El hombre se pasa la vida luchando a favor de la autodeterminación. La libertad. Escucha a tu voz interior, contra todas las opiniones y contra todo lo establecido. Lo único importante es hacer lo que querés, dice. Nada del otro mundo y sin embargo. Te acordás del mail que te mandó N en la oficina el jueves que renunciaste: - loca,  tenés que estar muy orgullosa, fuiste fiel a vos misma y eso es muy valiente. Autodeterminación. Pensás. Y te vas. Salís del cine sabiendo que aprendiste algo. Te cayó una ficha. Caminás dos cuadras y una lluvia pesada y densa se estrella contra la tierra. Y en el medio del cielo y de la tierra, vos. Te mojás. Y pensás en M chorreando y feliz diciéndote como esa noche:  -No pasa nada Euge, es agua.





3 comentarios:

Anacrusa dijo...

me gusta me gusta!!

Unknown dijo...

Ah el bafici, donde se reune la juventud porteña que ama el cine independiente, la música balcanica y la bomba de tiempo. Yo por mi parte no me preocupo por la muchedumbre con sacos raros y anteojos de cuadrados gigantes de colores: Siguen pasando esas peliculas con pequeñas historias del resto del mundo que tanto me gustan y con eso me basta. Espero que también haya sido su caso, muchacha del vestido verde y los ojos celestes.

Saludos cyberneticos!!

Anónimo dijo...

Qué bueno!!!! Qué hermosa descripción de la realidad, Euge. Cruel y dura realidad que nos golpea.
Siento que estás capitalizando mucho en ese cautivante pero a veces insoportable Buenos Aires. Te amo mi reina!!!!!!!!! La Mummy