4/4/10

visita de domingo a las seis de la tarde










Tenés que saberlo. Hoy fui a buscarte. Con determinación. Estuve en la vereda de enfrente de tu casa. Justo en tu campo de visión. Le hice un cerco a tu balcón con mis empeines en forma de ve. Me dolía respirar. Pero así y todo me quedé. La luz estaba prendida. Yo estaba encendida. Impostada frente a esa reja. Esperé a que creciera como un brote por abajo o por algún costado, un pequeño milagro. La casualidad. Me prometí: voy a estar acá el tiempo que sea necesario. Estoy aguardando a que pase ese algo que te conduzca impulsivamente al balcón. No voy a moverme de esta baldosa. No importa el frío. No importa el viento. Importa que estoy al lado de un árbol, quizá con él, los dos con una idea incrustada en la cabeza y un deseo asfixiado en el corazón. Lo tengo ahí apretado con una cinta de polar violeta hace más de veinte días. Las tres personas que pasaron delante de mí dudaron, conjeturaron, ojearon y se justificaron. Tenés que saberlo. Fui a atropellarme con tus ojos almendra. Con tus erres. Si, las erres que pronuncias mal. Fui a meterme dos o tres en el bolsillo de la bandolera para los próximos veinticinco días. Fui a mostrarte mi corte de pelo. Fui a devolverte la película que me prestaste. Fui a escuchar que lo dijeras. Que pronunciaras esa frase que a mi me va soltar esa gelatina de la cinta y la va a dejar volar. Tenés que saberlo. El tiempo suficiente para recordar la vida sin mi se acabó hoy a las seis de la tarde. Quiero volver a darme la cabeza contra la pared del mueble de tu cocina. Quiero ver mi foto en blanco y negro sobre la de Adolfo. Quiero encandilarme con tu heladera roja. Pispear la penumbra que se traza como una hoja de laurel y asoma en la persiana blanca. Quiero dedicarle un parpadeo al atrapasueños mientras cuelga y decir SI cuando una partícula de aire se cuela entre las plumas. Tenés que saberlo. Tengo pendientes. Y lo detesto. Un golpe más para sentir que mis pies penden de una púa. Derramar los aullidos bajo los paños. Cocinar pan casero. Recortarnos el sueño y fundirlo en una tostada con manteca. Necesito la sequedad blanca de tus dedos. Tus nunca saber nada. Tu cuerpo raquítico. Tus pantalones lánguidos. En un beso lo que queda de veneno. Y que se abra la puerta. Tenés que saberlo. Hoy fui a buscarte. A las seis y cuarto era yo quien tiñó de verde las nubes del cielo. Era yo a quien te quitabas a manotazos del pincel. Era yo quien anunciaba la densidad de tus movimientos. Tenés que saberlo. Fui a buscarte porque extraño que. Fui a decirte que. Y a morderte. Y a preguntarte si. Y después llevarte a. Hoy a la tarde aguardé a que saltaras como un loco del balcón. Te conté el cuento del globo azul. Frunciste la nariz como un poroto mojado en la parte que Luisa se mira al espejo y se encuentra una cana. Y a mí el corazón se me fue disparado como humo. Abrió las alas y salió volando.


4 comentarios:

Andre dijo...

Qué lindo.. me gustó mucho. Voy a seguir leyendo(te). Besos

María Eugenia dijo...

Andre: gracias y bienvenida!
paso por tu casa en este instante!

ploplis dijo...

y tambien, que tenes los dientes chuecos casi como las piernitas de mi munieca patalarga!! cahn chan

María Eugenia dijo...

Ploplis: ja ja ja. (todavía no entiendo en qué estaba pensando cuando te inventé ese sobrenombre).