23/12/07

El gusto es mío

21 hs. Estadio Córdoba. Ya estoy sentada en la platea. La ubicación deja bastante que desear. Intento convencerme a mi misma de que no, pero sí. Está claro que desde aquí tendré que esforzarme para oír la voz socarrona de Sabina y deleitarme con poética de Serrat, ni decir en lo que respecta al sentido de la vista. Alcanzaré a divisar muñequitos en miniatura rodeados por manchas de colores y luces diversas que brillan (llámense celulares, encendedores y cigarrillos prendidos).
Escucho. A mi lado una madre. Adelante, sus dos hijas aniñadas acompañadas por sus novios. Ellos intentan agasajarla y hacerla sentir cómoda. No parece ser el tipo de suegra exigente. Adivino que las chicas son hinchas de Sabina y lógicamente, su madre fana del Nano (terminaré de comprobarlo al escucharla entonar una por una sus canciones, a la perfección y sin olvidarse de una coma). Amplío la mirada. Mujeres, abundan.
La adolescente frente a mí le dice a su madre que la ama, mientras fuma su cigarrillo y abre su celular de ultima generación. Alcanzo a divisar una gran hoja de marihuana en la pantallita. Ya es hora de que empiece, me digo, antes de que empiece a hacer un análisis sociológico, antropológico y por que no psicológico del publico asistente al recital. Baja la iluminación del estadio. El resto ya se dijo. Santo y María Laura en la pantalla gigante anunciando el desconocido paradero de los cantautores, luego la sirena. Y ellos. Dos (que no es igual a uno mas uno, como dice Joaquín). Homenajean al negro Fontanarrosa. Saludan. Deleitan. Los aplaudimos. Practican chistes ocurrentes, los festejamos sin dudar. No hay egos superinflados. A los dos los respetamos, aunque en el fondo sabemos que cada quien tiene su preferido. Cantan los clásicos, se los prestan. Entonan, o hacen lo que pueden, pero qué bien lo hacen. Se mezclan, pero sin confundirse. Ostentan. Hacen gala de eso que significa ser Sabina y Serrat. Pero nadie se animaría a discrepar con ellos. Todo les es aceptado. Hasta el deficiente sonido.
Sabina me clava su primer puñal con “Contigo” y cae aun más bajo con “Y sin embargo te quiero”. Ya me puedo ir, me digo. Pero no. El frío se atreve con el alma y el hambre es hambre de besos. “Este hombre me va a matar”, afirma la madre a mi lado cuando el Nano amenaza con “Esos locos Bajitos”, entonces su hija le toma la mano fuerte. Y yo pienso en la mía. Se destacarán del repertorio: “Aquellas pequeñas cosas”, “Ruido”, “19 días y 500 noches”, “Y nos dieron las diez”, “Tu nombre me sabe a hierba”, “Lucía”, “Pastillas para no soñar”, “Lucia”, “No hago otra cosa que pensar en ti”, y más.
Sobrarán las ocurrentes bromas en las que se meten consigo mismos y con sus vicios. Las festejaremos. Sabina con su audacia, Serrat con su elegancia. Habrá bailes, muchos. Habrá cambios de sombrero y cambios en las letras de las canciones ( la más graciosa será el cambio de "rascarse la cabeza" por "rascarse la bragueta" en “No hago otra cosa que pensar en ti”). Más canciones y más emociones. Me despellejaré las manos y les gritaré. Todos lo haremos, para que regresen una y otra vez, y ellos condescendientes y felices, lo harán. Los veré irse. Las luces del estadio volverán a encenderse, y me diré a mi misma que es un privilegio haber estado aquí. El gusto es mío.



Publicado en http://www.sosperiodista.com/ el 19/12/07

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