24/12/07

El poder de los muñecos


El teatro negro nació en China y es una escenificación que se lleva a cabo en un espacio totalmente oscuro y en condiciones lumínicas especiales, utilizando la “luz negra”. Esta luz hace que ciertos tejidos, materiales y colores resalten, sumergiendo al negro en la nada.
El contraste de las luces con la oscuridad más absoluta posibilita que las personas u objetos vestidos totalmente de negro se hagan invisibles; de igual forma hace aparecer cualquier material de color fluorescente.
Martín López Romanelli, es oriundo de Canelones, un pueblo pequeño del Uruguay y formo hace quince años la compañía teatral, recolectando compañeros del colegio y del barrio.
En un principio jugaba con un solo muñeco, y le cambiaba las cabezas. Después se dedicó al trabajo con materiales plásticos y fue finalmente en el 2001 cuando se lanzo con su grupo Bosquimanos Koryac, cuyo nombre fue tomado de dos tribus; los bosquimanos, africanos, y los Koryak, tribu de la Siberia rusa
El grupo, le atribuye a la técnica de los muñecos como recurso teatral, un valor enorme, incluso mayor a la del teatro clásico que se sirve de actores de carne y hueso, esto es subrayado por que el director que hace poco dijo en una entrevista: “Hay titiriteros que dicen que en todas las religiones del mundo, los dioses hicieron primero a los muñecos y después, a los hombres”.

El Truco de Olej

El truco de Olej es una selección de varias propuestas juntas que fueron representadas con anterioridad por el grupo y que tenían la particularidad de ser, cada uno de ellos, un numero diferente de circo.
La obra se inicia con la aparición en el fondo del espacio escénico, de un gran cartel blanco: “Bosquimanos Koryac presenta: El truco de Olej”. El escenario se viste ante el espectador. Dos grandes flores se despliegan a los costados del mismo. El público aplaude. La música sacude y los colores fluorescentes de los muñecos deslumbran la mirada del espectador.
Luego, la acción. Olej, un pequeño y querible pajarito azul que barre el piso con su escoba (aparentemente es el encargado de la limpieza del circo). El conflicto se produce cuando Olej quiere realizar un truco de magia con un gran dado amarillo con estrellas en sus caras, pero cada vez que se propone hacerlo, aparece el presentador, un ser despreciable que le grita palabras en italiano y lo echa del escenario.
Olej se enoja, patea el piso, insiste, balbucea sonidos imconprensibles pero graciosos y se va con su dado (bastante más grande que él).
Además entran a escena otros personajes: un muñeco de bombachudos anchos que juega con pelotitas, acomodándolas sobre sus brazos y haciéndolas desplazarse por el aire formando figuras; un personaje cuyo cuerpo está constituido por una círculo, otro cuyo cuerpo es un largo cilindro, un duende que juega con una pelota, etc. Todos los muñecos se desarman y vuelven a armarse, interactuando entre ellos, y como contrapartida, la acción resulta en un original y atractivo uso del espacio visual.
A través de pequeños números desvinculados entre sí, va sucediendo la obra. La musicalización acompaña el movimiento y permite que el espectador deje volar la imaginación invitándolo al disfrute.
El desenlace llega cuando Olej usa la estrategia de un muñeco gigante para asustar al presentador, quien al verlo, huye despavorido y le permite realizar su truco.
Al optar por la selección de una estética y un lenguaje universal, Bosquimanos Koryac crea un espectáculo para todos. Vale aclarar, para todos aquellos que estén en condiciones de dejarse llevar a través de un mundo de fantasía e ilusiones y quizás, lo más importante, para los que mantienen intacta la capacidad de asombro. La obra simplemente desafía las fronteras entre lo que es real y no lo es, y lo hace con una ternura inigualable.
Al final de la puesta, los actores (todos hombres) saludan a su publico y a través de una niña que sube al escenario, develan el misterio. Sí, se trataba de muñecos movidos y dirigidos por ellos. La cara de decepción de la niña al enfrentarse con la cruda realidad, es la de todos. Que lastima, hubiera preferido que Pinocho sea un niño de verdad...
Publicado en www.sosperiodista.com el 12/08/07

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