4/11/08

CARPE DIEM

Dos mujeres vestidas con colores claros me llevan a hacer un recorrido por las instalaciones del lugar. El personal porta en el rostro una carta de presentación que podría definirse como una harta exageración de la sonrisa. Las tonalidades del verde que exhibe la decoración aluden con obviedad a la vida sana y naturista. Una mujer me explica cuáles son las normas del lugar. Aclaro: nunca había venido a un spa y probablemente nunca lo hubiera hecho sino hubiera sido por un obsequio de la empresa que con el mismo decoro hace unas horas se deshizo de mis servicios laborales. En la recepción me piden que complete una planilla al tiempo que me invitan a beber un jugo de frutas. Luego me ponen en las manos una canasta con algunos objetos: una bata blanca, un toallón, una manzana y un agua Ser. Hay varios carteles por las instalaciones que recomiendan hidratarse todo lo posible y hay containers de agua por doquier. El baño se asemeja al paisaje de Coroico. Los espejos redondos, algodones, peines y champúes abundan. Allí me muestran el que a partir de ahora será mi locker para dejar mis pertenencias. Cuando salgo del baño en traje de baño, un hombre de piel oscura se abalanza sobre mi con una bata blanca afirmando: -Es aconsejable que circules con la bata puesta por los espacios comunes como si yo, que no tengo complejos ni pudores al momento de exhibir las imperfecciones de mi cuerpo, estuviera obrando en pos de algún mal terrible para la humanidad o algo así dejándolas al descubierto y a la vista de todos. De fondo se oye una musiquita con brisitas, hojitas y agüita que cae por alguna casacada. Lo primero fue el sauna. No es aconsejable más de cinco minutos, me había insinuado una de las mujeres. Sin embargo no fueron tolerables más que tres. Medio pie adentro de esa cámara que poco tendría que envidiarle a la de gas, hizo que sudara como si hubiera estado corriendo por nueve horas seguidas agarrada al paragolpe de un autobus. No he venido aquí para sufrir me digo y me salgo a tomar un trago de aire. Hay un hombre (que está más cerca de ser un mono si es por el exceso de bello que tiene) que está sentado en una reposera leyendo el diario Perfil. ¿Qué tan desconectado se puede estar leyendo las noticias?, me pregunto. Me sumerjo en una piscina con chorros que al golpear distintas partes de mi cuerpo, producen un efecto de masaje amable. Hay una pareja cerca mío y otra mujer que conversan. Podrían estar diciendo las más insólitas blasfemias acerca de mi persona, pero yo ya no estoy acá sino lejos de lo que significa transportar un cuerpo como si fuera una bolsa de calabacines. Mis manos y mis piernas se elevan hacia arriba por la fuerza de gravedad. Cierro los ojos y no me importa nada. Que me hayan despedido del trabajo violentamente alegando que no tiene que ver con mi “performance", que este país que está aferrado del miembro sexual de un monstruo como EEUU vaya a hundirse junto con él, que él no vaya a ser el hombre de mi vida o que no tenga ni una mínima idea de lo que le aguarda a mi vida mañana, ni el jueves ni el próximo año. Pasan horas sin que un solo pensamiento me arrebate ese estado de paz interior similar al que sobreviene sucede con la meditación. El agua es mi elemento y yo siempre lo supe. Que en otra vida sería un axolote, puedo confirmarlo en mi piel. Si sigo adentro de esta cosa por más de un cuarto de hora tendré escamas y deberán sacarme por la fuerza con el peso de un hipopótamo. ¿Y que más da?. Miro un reloj gigante que cuelga de una pared, ya pasó demasiado tiempo. Tengo que retornar a algún estado de la conciencia, me digo. ¿Se habrán olvidado de mi?, ¿Dónde quedaba la sala de relax?, ¿Tengo que secarme después de salir de esta maquinaria de aguas movedizas o volverme a enjuagar?.Camino por los pasillos con la bata puesta. Entro a una sala oscura donde hay colchonetas en el piso y grandes simuladores del relax están torrando a más no poder. Me acuesto y me tapo. Hay un hombre jugando con el celular. Para algunos no es tan sencillo volver a ser un hombre primitivo, pienso. Luego de unos minutos una chica entra y me llama por mi nombre. Me dirigen a una salita donde hay una camilla. Una mujer con manos de porcelana me pone cremas frías sobre la cara y me masajea con las yemas de los dedos más suaves que jamás haya percibido en mi existencia. El arte de los masajes corporales tiene que ver con el traspaso de energía. No solo tenemos que disfrutar el recibir sino también la acción de darle a otro un masaje. Todo lo que somos en ese momento lo depositamos en el otro usando como transmisor a las manos. Me convierto en un tallo que descansa sobre la planicie de algo que es una cama pero que tranquilamente podría ser un almohadón de vegetación sobre la llanura del Amazonas. Investigo en silencio los límites de la tensión en mi cuerpo, me paro sobre ellos y los deshago. Me desligo de una cultura que me pliega a la contractura constantemente y vuelvo a mi vida intrauterina. Una de las partes que más solemos tener contraídas la mayor parte de las horas lúcidas son los órganos sexuales, los puños, el abdomen, la mandíbula y con ella toda la cavidad de la boca. La chica me pone cremas y me saca paños húmedos de la cara una y otra vez. No me importa lo que sea que tenga mi rostro encima, no uele mal y me da placer. Cuando todo termina, ella me llama por mi nombre, y yo regreso de mi ensueño. Me dicen que faltan cinco minutos para la merienda, ¿no quiere volver a la sala de relax?. De más está decir, la merienda energizante no tiene una caloría de más. Yogurt, queso blanco, tostadas y jugo de naranja. Todo eso que te convierte en una servilleta de papel traslucido y liviano haciendo siluetas en el aire, pero que no le regala ni una sola caricia a tu estómago. En el comedor, mujeres de más de cuarenta parecen haber encontrado eso que tanto anhelaban leyendo la revista Health.
Mi misión ahí adentro ha terminado. Afuera la vida se diferencia abismalmente a este micromundo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Maru: Excelente descripción de un SPA. ¿Has visto que siempre hay algo positivo en cada trabajo por donde pasamos? El tema está en rescatar y disfrutar de esos momentos. Espero que para cuando yo conozca un SPA cambien la merienda, ja ja. Nada que ver con nuestras meriendas: vos y yo tenemos alma de gorditas.Beso. La Mummy

Thotila dijo...

Fea la actitud de esa empresa, pero, como dijo el inmortal Homero (Simpson): "En chino, la palabra para crisis es la misma que para oportunidad... oportuncrisis".

Saludos.