7/12/09

sublimación














¿Cuándo fue que aprendí a oler los pasos de la lluvia?

       no se trata de emborracharse de aire con un bostezo
   ni de empañar la yema para mojar el vidrio

pido que nieve y brizne
salir desnuda y mutar en un macizo pedazo de hielo
                                                                  (para poder decir libertad)

acribillar las bandadas de palomas que no asomaron de tu boca para salvar al mundo del pánico y la sordera
                                          
                                                        
nada

ninguna cosa que haya volado puede morir en soledad.


no se trata de fingir que mañana tendremos la cáscara ni la semilla ni menos aún el cristal

en la electricidad del aire, el motor de las cosas
ahí
 urge reparar

que detrás de las sombras de las luces hay tanta belleza moviéndose
                                                          a veces imposible de soportar.

¿Cuándo fue que entendí que el amor es ahora esto que rebana entre el músculo y la dorsal?

no se trata de mi sexo desplegado como el pétalo de una flor
(ni del rocío rebalsando de mi ombligo que te negaste a beber)

no se trata de las figuras que la sal esparce sobre tu cama en las tardes de verano
(nisiquiera de la prohibición de la sal)

no se trata de la astucia de los relojes ni de merecer (te) ni de abortar
(quizás no haya una metáfora)

¿Cuándo fue que decidí dejar de lado esa nube, ese desfile desganado de suspiros por los pasillos, la única estrella que en tu espalda y mi ventana asoma para espiar?

¿Cuándo fue que aprendí a disparar balas contra el pensamiento, a subsidiar murallas de yeso, a no nombrar (te), a avergonzar (te)?

no se trata de ahogar uno a uno los silencios para no doler
no se trata de reparar en la terrible acción de soltar

pido de todo un poco
pero de tus dientes en mis senos
                                   la verdad.

tu tacto en mi carne
siempre
y que siempre
sea el único ático imperturbable
de la realidad.

que eternamente seremos aprendices de horizontes
ignotos viajeros
lúcidos amantes
del mar.

¿Cuándo fue que aprendí a vivir el resto, a desestimar los granos de azúcar, a no engordar?

se trata sí
de salir a la calle a prepotear a los semáforos con el grito y a implorar por las alas

y las alas
y las alas.

nada

ninguna cosa que haya volado puede morir en soledad.






1 comentario:

Anónimo dijo...

Lindo texto. "Ninguna cosa que haya volado puede morir en soledad" pienso lo mismo, aunque no lo pueda expresar de esta manera. Besos. La Mummy