7/10/09

ECUNHI





Esta vez es de día y ella camina. Hay espacios que son particulares, como este, donde la densidad es un viento que espesa el aire. Hay espacios que hacen surcos, como este. Hay espacios que son tajos, como este. Que destiñen y arremeten. Ella siente que un torbellino de pensamientos le vienen en bandada. Intenta acomodarlos. Son tres mil doscientas sensaciones. O más. Son centellas de tiempo en la cabeza. Son los testimonios que oyó de una historia que no presenció.

El cuerpo, un escudo.

Esta vez no hay cojines a rayas. Esta vez no hay a su izquierda una estufa eléctrica encendida a la enésima potencia, pero así hubiera una hoguera frente a sí, lo mismo daría, siempre tirita de frío. Otra vez su espalda se endereza sobre la mesa dura. Sus brazos colgando. Sus piernas firmes. La mirada dispuesta por el azar. El ruido del trazo de la carbonilla sobre el papel, tan sutil como ensordecedor. Y entonces si el cuerpo está quieto, no tiene más que entregarse al razocinio. Piensa en las mujeres que no conoció desnudas con las caderas tiritando entre esos mismos muros. Se impone la tarea de evocar algo que no sea su muñeca acalambrada. Se propone pensar más intenso el dolor de esas mujeres y así el suyo se vuelve intrascendente. Articulaciones doloridas y amasijadas. El frío es un arma que lastima, como defender las ideas. Prescindir de su ropa ante seis personas desconocidas es un acto de valentía. O quizás no. Todo pierde intensidad cuando no existe mediación del alma. Ah!... pero que difícil evitar la huida del alma cuando no hay finas películas materiales que la protegen. Le parece que un segundo de distracción y se le vuela, como un pajarito aprisionado. ¿Cómo dejar de sentir?. Un viaje por su anatomía le devuelve desconcierto. Ojalá su talón fuera tan sólo un talón y no la raíz de un algarrobo arraigado a la tierra. El muslo se confunde con la pantorrilla, los músculos extravían sus límites. Si la tocaran y le preguntaran una por una cuáles son las partes de su cuerpo, no sabría que decir. Es ahora una sola masa. Indivisible como el átomo. Quisiera ser de piedra o de arcilla, y no tener un sólo hueso. Este lugar está lleno de gente a la que le acribillaron a mazazos las creencias. Saber quien es uno, es una cuestión de audacia. Pero sacarse la ropa no alcanza, porque abajo de la piel, más aún, debajo de todos los conductos de sangre, está el alma. Siempre urgida por hacerle saber algo, con su simpleza, guiándola hacia lo esencial. Para escucharla, es preciso desnudarse.











1 comentario:

Thotila dijo...

Y sin embargo es tan dificil captar el alma...
Aunque este desvelada, desatada y expuesta, hay gente que no alcanza a verla nunca.
Las pocas veces que siento algo, es cuando la leo a usted.


Saludos.