14/10/09

extrañamiento


Me he despertado con la exacta percepción del sueño en la conciencia, ya no tengo esas pesadillas que me hacían levantar de un salto la espalda de la cama, el domingo sí en cambio tuve que soportar sus lances por encima del reloj y su miedo a la irresponsabilidad. Eso me llevó al detestable rol de espectadora frente a mis mismas miserias. He soñado con mis viejos perros, ellos no estaban seguros de reconocerme y yo a ellos tampoco, pero sí pude divisar claramente que se trataba del frente de mi casa de la infancia y la cocina abundante de madera. Yo tuve una casa como la que muchos sueñan, con piso de pinotea, un jardín con un nogal y una palmera, una pileta ovalada, una galería y un aljibe. Una casa donde los cuentos terminaban con princesas bailando descalzas esperando príncipes que se atrasaban. Me he dirigido al baño con la misma velocidad de siempre en las piernas. He distinguido la lluvia como un suceso de la vigilia. Inmediatamente desanimada por el cielo empacado, he cepillado mis dientes observando con displicencia el estado decrepitoso de mi pelo. He calentado el café extrañándome del silencio de mi casa, todavía esperando una cuota de interés que la violente, un exabrupto, una ruptura, un movimiento que desencadene su descompostura y verla explotar toda junta como si fuera un grano, algo que la saque de esa estúpida periferia infantil.

Ya han pasado cuatro horas desde aquel sueño. Siento como si una eternidad se hubiera dibujado en el medio. Intento conservar esa impronta de la inconsciencia en el cuerpo con la definición de un orgasmo, un cosquilleo que se ubica precisamente allí donde los órganos reproductores respiran y se expanden, esa impronta me conduce a la creación. Como cada mediodía desde hace tres meses he decidido no encender un cigarrillo. Cuidar las partes de mi cuerpo como si todas las posibilidades de la felicidad se hallaran potencialmente allí. Sin embargo, he decidido que no tendré un día con la dosis de plenitud que tuve ayer. He reflexionado acerca de la distancia que existió entre Michael y yo y he caído en la cuenta de que no debió ser más que una cuestión estrictamente cultural. Eso no debe desalentarme, al fin de cuentas su país no para de encogerse y eso no tardará en hacerse notar en sus precarios comportamientos ególatras. He establecido que la felicidad es inadministrable, efímera, impredecible, tan preciada como necesaria. Pero que son demasiados adjetivos y debería quitar alguno. He tomado ya demasiadas decisiones coherentes asique que mejor no seguir.




2 comentarios:

María Gabriela Costigliolo dijo...

"Y siento como si una eternidad se hubiera dibujado en el medio."
dios mio cada vez mejor... amiga! beso mas que enorme...

Maria Eugenia dijo...

Gracias Gaby, es un texto absolutamente influido y teñido por "El uruguayo" de Copi. Altamente recomendable.


saludos!