11/1/08

XXY



Alex no sabe si es hombre o mujer. Los padres quieren que sea mujer, pero ella no sabe que quiere ser. Tiene, en términos científicos, lo que se llama ambigüedad genital. Es hermafrodita. Un bicho raro. Extremadamente raro. Su cuerpo desgarbado, desganado, deshilachado, la distingue de los otros. Sus rulos despeinados. Sus ojos como luciérnagas, siempre encendidos, enormes. Sus preguntas incómodas. La ropa que le cuelga como harapos. Camina torpemente. Es poseedora de una belleza exótica.
XXY, la reconocidísima opera prima de Lucía Puenzo, es una película extremadamente intimista, profunda, oscura. Por momentos la densidad con la que se describen las escenas es insoportable. Tediosa.
La familia se ha ido de Buenos Aires a vivir a Uruguay para evitar los comentarios maliciosos y las opiniones de la gente. La historia comienza cuando Alex se enamora de Alvaro, el hijo de una pareja amiga que ha venido desde Buenos Aires a visitarlos. El padre (Germán Palacios), es un cirujano frío y soberbio, al cual le interesa el caso clínico de la chica (o chico). La madre (Carolina Peleretti), con un temple apacible, intentará convencer a la madre de Alex para que la sometan a una cirugía a fin de definir su sexualidad. Hombre o mujer. La naturaleza ha dicho que no se puede ser las dos cosas.
En un momento, Alex le pregunta a Alvaro si le caen bien sus padres. El se sorprende.
–Son mis padres, dice. –¿A vos, como te caen los tuyos?. –Más o menos, contesta ella. Están siempre esperando. Y es esa espera la que define todo el filme. La actitud pasiva y dolorosa del personaje de Darín y Bertuccelli, lastima.
A la calidad de la fotografía (la elección del lugar es perfecta), se suma el lugar destacable de la música, elementos que hacen de la película un relato cinematográfico singular.
El merito de la película consiste en indagar, preguntar, asomarse con la cámara a una realidad incómoda y evidenciarla (de una manera absolutamente particular), dejándola al descubierto. No toma posición. No juzga. Perturba. Inquieta. Moviliza. Ese es para mí el sentido del cine. No generar indiferencia. Sacudir al espectador.

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